No
más refugio
que
la faz de mis brazos
si
nos entra el otoño
desgajando
lo
que al viento apetece
en
su alfombra de bosque
y
cuerpo a tierra.
Mírame.
Otoño
aún no somos en años
pero
cuando él se nos acerca
hay
que extender la batalla real
de
los buenos amantes
en
el recuento las hojas
de
infinitos sabores ocres.
Mírame,
y
hagamos
la abundancia
a
ras de nuestro suelo.
La
variedad de un amor
es
sepultar la inteligencia
entre
los cuerpos.
No
conozco otro refugio
ni
mejor temperatura.
Sólo
que estoy adivinando
cómo
será el Otoño
nuestras
vidas
de
verdad calzadas en su estación
y
otra vez
el
nacimiento de amarse
la
pasión inédita
que
alumbrará mis versos.
Debo
callar.
Ahora
vámonos
a
lo único
que
del lento mudar
es
ocre, ocres
como
la alfombra disponga
tú
y yo
obligando
a trabajar
un
viento revelación
lo
más humano
para
empujar las lumbres
bien cernida la noche.
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