¿Sería
aquel beso
ya
clavándose
sin
que supieras darle cuerda
para
que saliese a bailar con el domingo?
¿Sería
aquel beso
que
no quiso mirar el mediodía
y
tú, alarmado,
le
echaste muchas cosas a ver si lo arrastrabas:
una
corriente de merluzas,
el
humo del tabaco,
la
saliva?
Un
beso, nada más que un beso,
sólo
un beso,
el
simple juego de los labios,
que
huyó una noche como perdido de otra alma
y
sin saberlo fue tu penitencia.
Todo
por un malabarismo sin fortuna,
por
un error de magia,
por
un ángel hirviendo en la redoma
que
al fin se volvió malo
y
te tapó la boca.
¿Así
que te moriste, mi amor, de pura hambre,
ahogado
por un beso
que
nunca supo que tenía alas?
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