La primavera envuelve tus dedos finos como
asta que se alza en el campo, y una mariposa
se cuela entre el pulgar y el índice para
que los cierres y la sostengas en tu mano.
Y si esa mariposa aletea, es tu alma
que vuela entre el aire fragante de las flores
que empiezan a nacer; y yo corro detrás
de ella con la red con la que quiero cogerla.
Pero tu alma se abriga entre las amapolas,
adentro de su vientre, y mis dedos se llenan,
como un jarrón, de su luminosa humedad.
Y entrelazo con sus dedos los míos, viendo
salir la mariposa, con un vago furor
de ave, para subir al cielo de tu pelo.
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