En
“Búscame”, el autor conquense os hace
dar un salto y cambia los escenarios barceloneses, a los que os tenía
acostumbrado, por esa capital no oficial del mundo que es Nueva York de
principios del S. XXI.
Todo
comienza cuando Paul Knobel se encuentra un diario en la calle en una noche de
lluvia en Nueva York. Aunque sin mucho interés al principio, el fotógrafo se
toma la molestia de averiguar quién es la autora del diario, en su primera
lectura, una frase que le intriga: “siento
nostalgia del beso”. Y es a partir de aquí cuando empieza el núcleo de la
novela. Y, como en otros relatos de Casamayor, aquí el diario se convierte
también en efectivo recurso para articular la narración. No solo marcará parte
de la intriga, sino que además lo que en él se cuenta conectará al fotógrafo
con su propia historia, dando pie a reconstruir una vida marcada especialmente
por la relación con su madre.
Por
suerte, las novelas de Casamayor trascienden en género y hay en ellas un poco
de thriller, sí, pero también de novela psicológica, de novela social, incluso
de novela urbana. Pretende abordar temas que se cruzan, se unen y desunen como:
el duelo, la amistad, el amor, la sexualidad, el arte.
En
ella, el autor reflexiona acerca de las relaciones interpersonales, la magia de
los lazos humanos y el arte, y los sitia en Nueva York recreando
minuciosamente, con un evidente mimo de detalle.
Se
fija en las sensaciones, percepciones, en una serie de situaciones que parecen
elegidas al azar, pero que en su conjunto dibujan una descripción matizada de
lo sucedido.
Siempre
he valorado a autores masculinos que escriben con voz femenina de forma tan
precisa. En este libro pone voz a un personaje masculino con uno femenino y de
una forma excepcional.
Gregorio
Casamayor ha vuelto con una obra que rinde homenaje al arte, a las palabras y a
los diferentes vínculos que ponen en movimiento nuestras vidas.
Encuentras
su estilo narrativo en todas sus páginas, pero con una madurez mucho más
remarcada. Se trata de una obra mucho más viva, más actual, pero también más
accesible cuya lectura a menudo es ágil en la acción y por la tendencia a
construir historias demasiado focalizadas en el mundo interno de los
personajes.
Y
todo ello frente a la descriptiva, casi analítica, mirada del narrador,
combinada con una pluma que en ocasiones roza lo realista.
La
forma de escribir es concisa y efectiva con pasión por el oficio, basada en la
lógica lateral, porque os ofrece una narración objetiva, analítica, ordenada y
sintética de lo esencial en cada momento, sino que podría clasificarse de
periférica e indirecta.
Es
un libro que, para mí, estuvo bien hasta la mitad del mismo; te presenta los
personajes para que los conozcas y te expone la trama de forma cronológica.
Pero, a partir de la mistad del libro, cuando crees que se ha terminado y que
no puede aportar mucho más, da un salto atrás en el tiempo y comienza otro
línea argumental, un pasado que poco tiene que ver son la trama principal, que
es necesaria conocer.
El
autor une las vidas de varios personajes hasta tejer una fina red que cubre la
ciudad de Nueva York y la convierte, a su vez, en un personaje más. A través
del nexo de unión que supone Paul Knobel podréis llegar a oír el eco de
aquellos que le rodean y conforman este paisaje literario, que en ocasiones
parece aparentar más una fotografía costumbrista, no solo de aquellos que se
erigen como supuestos protagonistas de la trama sino también de un buen número
de secundarios. Personajes unidos muchos de ellos por lazos familiares. Así, en
la telaraña de relaciones de Paul encontraréis: Rufus, su ayudante en el
estudio de fotografía; Norma, su madre; Sarah, su relación sentimental; a su
padrastro. Pero también, a Gloria, una actriz de doblaje y en torno a la cual
girará buena parte de la novela junto a su hija Glo, que está pasando un duelo.
Los
ecos de “Búscame” se entrelazan de múltiples formas, bailando entre las lindes
que unen y separan las relaciones de amistad, amor, sexo, familia.
Y
muchos de ellos son, sobre todo, enormes víctimas de la soledad, de esa soledad
que tantos padecen en la ciudad contemporánea.
Los
amantes de la fotografía y el arte disfrutarán especialmente con este libro. La
obra del pintor Edward Hopper también tiene un papel destacado en la novela.
Gregorio
Casamayor juega con los silencios, de tal manera que el lector se asienta en
una duda constante y sopesa todos los escenarios posibles, cuando el único
final plausible para esta historia estaba escrito desde su inicio.