En el derrumbadero del crepúsculo
hay en lo oscuro láminas vencidas
sobre sí mismas, láminas de luz carbonizadas,
láminas que nos ven, como el ojo, al cerrarse;
ve reverberaciones de un rosal:
son vislumbres que nunca palidecen
en tiempo de estallido o de relámpago,
que nos dicen que allí persiste el día,
que nos dicen que allí persistirá.
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