-Mariana Finochietto-
Mi
corazón
nunca
aprendió de sutilezas.
Siempre
fue un bello monstruo apasionado,
demasiado
vivo,
demasiado
intenso,
desmesuradamente
solo frente al maundo.
Es
bello aún,
tatuado
de cicatrices,
como
un viejo soldado de mil guerras.
Lo
sostengo en mis manos.
Ya
no quema.
Pero
late,
emocionado,
porque se sabe ofrenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario