Tres eran tres mis bienes de antaño:
tu letra, tu voz y un pañuelo blanco.
Tu letra entre miles reconocería,
la T de "te quiero", el A de "alma mía";
tu voz brasa y miel en la boca fría.
Y desde el balcón, al rayar el día,
el pañuelo "vuelve" y "adiós" te decía.
Tres eran tres mis bienes de antaño,
y los tres son hoy recuerdo aventado.
Tu voz se me pierde por esos barrancos,
las cartas las lleva el viento a otro lado.
Ni letra, ni voz,
ni el pañuelo sabe
a quién dice adiós.
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