Devuélveme, Señor, las certezas aquellas
para que vuelva a ver en las estrellas
a los Reyes de Oriente
y a la luna de agosto refrescarse en la fuente.
Dame, Señor, tus flores para el Mes de María
y ponme en la almohada la estrella que me guía.
Dame tu fuerza y tu sabiduría,
para dar gracias, para que todo sea
igual que lo que tengo y lo que soy,
y por haber llegado hasta el día de hoy;
por no tenerme en cuenta demasiado
la flaqueza mortal de caer en pecado,
por haberme negado la fruta prohibida
que sume en la tristeza y que acorta la vida.
¡Y la vida es tan bella! Ya que no la he perdido,
haz que ese cielo prometido
en el que puse mi esperanza
sea su imagen fiel y semejanza.
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