Ha llegado el otoño, cúbreme el alma
con la sombra de un árbol o mejor con la tuya.
Temo no volver a verte a veces
porque me crecerán alas afiladas hasta las nubes,
porque te esconderás en un ojo ajeno
que se cerrará con una hoja de ajenjo.
Entonces me acerco a las piedras y callo,
recojo las palabras y las ahogo en el mar.
Silbo a la luna, la alzo y la convierto
en un gran amor.
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