Estalló una tormenta anoche y nos quedamos
sin luz. Cuando me acerqué
a la ventana, los árboles parecían translúcidos.
Se inclinaban cubiertos de escarcha. Una calma inmensa
reinaba en el campo.
Lo sabía bien. Pero en ese momento
me pareció que nunca en mi vida había hecho una
falsa promesa ni había cometido
ningún acto inmoral. Mis pensamientos
eran virtuosos. Más tarde,
por supuesto, se restableció la electricidad.
El sol salió de entre las nubes
y se derritió la escarcha.
Todo volvió a ser como antes.
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