jueves, 7 de marzo de 2013

EL SUEÑO DE KAAL.




En un lugar no muy lejano, donde los coches son trineos, donde en los parques se patina y las casas son de hielo, vivía el pequeño Kaal. Alegre, como todas las noches, soñaba que por el día era un explorador que resbalaba con su trineo por pequeñas colinas y altas montañas. Ese día intentaría dar una sorpresa a su familia preparando él mismo una gran comida: ¡Un pez que él mismo pescaría!
Por la noche, soñando en silencio para no despertar a Ianna, su hermanita, salió rumbo al mar con su caña de pescar, un buen abrigo para espantar al frío y unos cuantos gusanitos para poder atrapar a los peces con más facilidad. Pero al llegar, el mar le tenía preparada una sorpresa a Kaal:

 - ¡Oh! ¡El invierno ha llegado y a los ríos, a los mares y a los estanques, ha congelado! - descubrió el pequeño, muy triste.

Pensó que podría pescar, con cuidado, bajo un suelo helado. Y pasito a pasito se adentró en medio del océano. Como los osos, poco a poco, consiguió hacer un agujerito y esperó durante mucho rato que algún pescado mordisqueara al gusanito. Y cuando Kaal comenzaba a aburrirse, la caña se movió y notó que algo grande, muy grande, intentaba escaparse:


 - ¡Es un pez gigante! - gritaba mientras estiraba y estiraba. Y de tanto estirar, el hielo se rompió, el pez se escapó y Kaal al agua cayó.

No había pescado a un pez gigante. Era una familia de peces con una fuerza de mil elefantes: 

- ¡Basta de trampas. No nos pescarás. Aquí somos felices, nadando en libertad! - le protestaron. 

Kaal, algo asustado, intentaba escaparse pero tan sólo se hundía más y más hacia un hermoso lugar de corales y barcos perdidos, donde las focas danzaban con cangrejos y las ballenas jugaban con divertidos pingüinos. Un tiburón martillo, dos caracolas y tres orcas dormían sobre conchas vacías. Pero aunque todo era muy bonito, Kaal tenía mucho frío y deseaba volver a su lugar: donde los coches son trineos; donde en los parques se patina y las casas son de hielo.
 

Esa mañana al despertar, Kaal, le contó a Ianna la belleza del fondo del mar: un precioso rincón donde las focas; los cangrejos; las ballenas; los pingüinos; los tiburones y las orcas danzan, juegan y duermen sin parar.

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