domingo, 30 de abril de 2017

LA PESTAÑA DEL LOBO.






-No salgas al bosque, no salgas por favor- dijeron ellos-
-¿Por qué no? ¿Por qué no tengo que salir al bosque esta noche? Preguntó ella.
-En el bosque hay un enorme lobo que se come a las personas como tú. No salgas del bosque, por lo que más quieras.
Pero naturalmente, ella salió del bosque y, como era de esperar, se encontró con el lobo, tal como ellos le habían advertido.
-¿Lo ves? Ya te lo decíamos, graznaron.
-Esta es mi vida, no un cuento de hadas, replicó ella, hay algo que me dice que tengo que salir al bosque porque si no jamás ocurrirá nada.
Pero el lobo que ella encontró había caído en una trampa, se le había quedado la pata prendida en un cepo.
-¡Socorro! ¡Auxilio! Gritaba el lobo. ¡Ayúdame y te daré recompensa!
¿Y cómo se yo que no me vas a hacer daño? Le preguntó ella.
-Mala pregunta; dijo el lobo. Tendrás que confiar en mi palabra. Solo hay una pregunta que merece la pena hacerse. ¿Está el alma?
Y entonces ella corrió al riesgo, abrió la trampa, sacó la pata del lobo y la envolvió con hierbas. Pero, como había leído demasiados cuentos, exclamó: Bueno, ahora ya puedes matarme, terminemos esto de una buena vez.
Pero no fue eso lo que ocurrió. Porque el lobo se arrancó una pestaña y se la entregó diciendo: “Úsala y procura ser sabia”, de ahora en adelante sabrás quien es bueno y quien no lo es tanto. Mira a través de mi ojo y lo verás todo con más claridad.
Y así ella regresó a la aldea alegrándose de estar viva. Y esta vez cuando ellos le dijeron “quédate aquí” “haz lo que te digo” “di lo que yo quiero que digas”, ella tomó la pestaña del lobo y miró a través de ella y vio sus motivos tal como jamás los había visto.
Con esa nueva visión no solo vio al astuto y al cruel, sino que el corazón se le hizo grande, pues miraba a las personas y las volvía a calibrar gracias al don que le había otorgado el lobo al que ella había salvado. Y vio a los buenos, vio la perplejidad por debajo de la cólera, vio amor en los ojos de los tímidos y sufrimiento en los callados. Vio necesidad en el hombre sin palabras y fe en lo más hondo de la mujer que decía no tenerla.
Vio todas las cosas verdaderas y todas las falsas. Las que iban contra la vida y las que iban a favor de la vida. Vio todas las cosas que podían verse a través de los ojos de aquel que pesa el corazón con el corazón y no solo con la mente. Así descubrió que era cierto lo que dicen, que el lobo es la más sabia de las criaturas y que cuando este aúlla en realidad está preguntando donde está el alma. “Sal al bosque, sal enseguida. Si no sales al bosque no ocurrirá nada y tu vida no empezará jamás. Sal al bosque, sal enseguida…”


Libro de cuentos: "Mujeres que corren con los lobos."

sábado, 29 de abril de 2017

PARA QUE TÚ ME OIGAS.





 



Para que tú me oigas

mis palabras

se adelgazan a veces

como las huellas de las gaviotas en las playas.



Collar, cascabel ebrio

para tus manos suaves como las uvas.



Y las miro lejanas mis palabras.

Más que mías son tuyas.

Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.



Ellas trepan así por las paredes húmedas.

Eres tú la culpable de este juego sangriento.



Ellas están huyendo de mi guarida oscura.

Todo lo llenas tú, todo lo llenas.



Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,

y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.



Ahora quiero que digan lo que quiero decirte

para que tú las oigas como quiero que me oigas.



El viento de la angustia aún las suele arrastrar.

Huracanes de sueños aún a veces las tumban.



Escuchas otras voces en mi voz dolorida.

Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.

Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.

Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.



Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.

Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.



Voy haciendo de todas un collar infinito

para tus blancas manos, suaves como las uvas.

EL PAJARERO.



 

De las sierras él, de la sierra los pájaros,
la jaula de varillas y la lejanía
del canto que se alarga en la calle:
"Vendo pájaros.., pájaros...
Cardenales azules, cardenales rojos...
Calandrias de los talas,
jilgueros de las cinas cinas.
Yo mismo los cazo
¡Tengo toda la piel historiada de espinas!

Por la calle,
traza, voz y pájaros serranos,
el pajarero viene
con un loco paisaje modernista en la mano.
¡Es una fiesta de plumas de colores!
Rojos y azules fuertes de los cardenales;
mirlos de azabache;
seda, noche y sol de los jilgueros...
¡El pajarero viene con el campo en la mano!

¿No cantan? No cantan
porque vienen del campo... Recién los he cazado.
Aún extrañan los árboles y el cielo.
Tienen las alas largas de volar,
los ojos magníficos de infinito y de campo...
Calandrias, cardenales, jilgueros y dorados
ya cantarán, no tema..
Tengo muchos -¡muchos!- en mi vida cazados.
Algunos se me han muerto, pero otros han cantado!