viernes, 21 de abril de 2017

LOS CÓMPLICES.





 



Te decía en la carta

que juntar cuatro versos

no era tener el pasaporte a la felicidad

timbrado en el bolsillo,

y otras cosas más o menos serias

como dándote a entender

que desde antiguamente soy tu cómplice

cuando bajas a los arsenales de la noche

y pones toda tu alma

y la respiración

perfectamente controlada,

por mantener en pie tus rebeliones

tus milicias secretas

a costa de ese tiempo perdido

en comerte las uñas, en mantener a raya

tus palpitaciones,

en golpearte el pecho por los malos sueños,

y no sé cuántas cosas más

que, francamente, te gastan la salud

cuando en el fondo

sabes que estoy contigo

aunque no te vea

ni tome desayuno en tu mesa

ni mi cabeza amanezca en tu pecho

como un niño con frío,

y eso no necesita escribirse.

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