lunes, 15 de agosto de 2022

SOLA. Carlota Gurt.

Después de debutar en narrativa con el libro de cuentos “Cabalgar la noche”, y hacerlo de manera bastante destacada, Carlota Gurt ha ampliado su campo de acción adentrándose en el mundo de la novela.
 
SINOPSIS: Mei, una mujer de cuarenta y dos años inmersa en un matrimonio apático y a la que acaban de despedir del trabajo, decide refugiarse en la casa donde se crio, una pequeña masía en medio del bosque. Allí intentará escribir la novela que la obsesiona desde hace años mientras planta cara a su pasado, a un presente inoportuno y a un futuro a la deriva. Esta novela es la crónica de una rebelión, la historia de una soledad impenitente narrada en una intrigante cuenta atrás de 185 días. ¿Qué es la soledad? ¿Una realidad objetiva o un estado de ánimo, una bendición o una condena? Lo único seguro es que de la soledad nunca se sale indemne. Sola, la impactante primera novela de Carlota Gurt, está escrita en una prosa vivísima y muy visual que sacude al lector como una fuerza de la naturaleza.
 
 
 
 
Gurt se estrena en el ámbito novelístico con un texto que se produce el encuentro entre el espacio personal de una protagonista angustiada por su realidad material y un espacio físico traslucido que le permite tomar distancia respecto a la angustia que apremia y reorganizar un nuevo espacio personal.
Fuera de la sociedad, dijo Aristóteles, “el hombre es un Dios o una bestia”, es cita introductoria de “Sola”. Una pieza fuerte, intensa, con un estilo vigoroso y de una gran fragilidad. Deducir en torno a qué sentimiento gira el argumento es fácil.
Intriga psicológica protagonizada por una mujer que se enfrenta a su entorno. Con un primer párrafo cautivador, la narrativa viene de la mano de Mei, la protagonista, que tras un desengaño laboral en la editorial donde trabajaba; otro campo en el que Mei carga problemas es el conyugal, su vida junto a Guim, parece haber entrado en un momento de inflexión que la separación temporal terminará de definir como definitiva o no. Por último la tóxica relación con su madre a la que odia y el recuerdo idealizado de su padre fallecido. Aun pasado no del todo placentero, busca refugio en la casa de campo que fue su hogar en la infancia para escribir una novela. Porque la literatura será otro bálsamo, ya que esa soledad conveniente la ayudara a ir escribiendo su novela, con la que la propia “Sola” crea un juego de espejos.
Frente a esta conjunción de  dificultades que afronta Mei, la trama irá poniendo una serie de alicientes que la ayuden a sobrellevar sus problemas.
Carlota Gurt demuestra un gran talento a la hora de narrar las pulsiones vitales de una persona que se encierra en una soledad buscada en un inicio, para tratar a partir de ella la psicología humana de quien se consume a medida que se adentra, en su propia espiral de emociones feroces, un libro de carne y sangre, es un libro orgánico.
La trama, aunque habla sobre todo de la soledad, también toca otros temas interesantes como la libertad y precio a pagar por conseguirla, el hastío en las parejas que llevan años juntas, las complicadas relaciones entre madres e hijas, la maternidad desde el punto de vista de las hijas, de las madres, la no maternidad. Habla de la libertad anhelada, el redescubrimiento de la propia identidad, la sexualidad o la conexión con la naturaleza. Y, además, no se centra solo en una única soledad, sino que engloba un poco a todas las soledades de la vida desde todas las perspectivas.
Pero ello, y destacando especialmente su gran primer tercio y un final además de inesperado y perturbador, es original y yo diría que delirante.
 
Carlota Gurt observa, imagina y escribe. Así creado su manual, que le ayuda a entender un mundo metafórico y confuso.
Una historia que va más allá de la que cuenta y que cuenta con el mérito de haber más allá.
A partir de estos pequeños mimbres, desplegar una historia que sorprende por su ritmo, su calidad lingüística y una radicalidad en forma y fondo que desnuda y profundiza la condición humana en su estado más puro: la soledad.
La estructura de “Sola” es uno de sus principales atractivos, otro factor a destacar es su estilo, sin filtros y tomando el lenguaje de la identidad femenina, del ruralismo y la feminidad violenta.
Su escritura exige involucrarse, pues abundan las emociones y las sensaciones que requieren lucidez. Destila honestidad y espontaneidad y se muestra ante los lectores tal y como es. Su prosa fluye de manera vertiginosa, limpia, contundente. La autora contagia por exquisita, firme, potente; con un tono de ironía y de desprecio que le imprime a la voz de la protagonista.
No es una novela de trama, lo que importa es el latido emocional que hay de fondo, que palpita todo el relato a través de la primera persona –la de Mei- y de una misma realidad. Porque lo importante es mantenerse dentro de su cabeza, saber cómo vive ella cada cosa que le pasa, independientemente de qué haría el lector en su lugar o de cuales ambigüedades pueda ir saliendo.
“Sola” es un relato muy desgarrador que se lee con inquietud y cierta incomodidad. Interpela al lector sin filtros no florituras. La soledad como estado que transforma. Siempre hay un antes y un después del aislamiento. Se abordan en la novela grandes temas universales de las mujeres, tratados a pinceladas y entrelazados con el relato.
 
“Sola” es una novela de huidas, pero también de observaciones y búsquedas. Son personajes inquietantes que aparecen en cada página como si se trataran de sombras que asustan y desestabilizan, que se metamorfosean.
Resulta difícil saber si lo que buscan y lo que pretenden es lo mismo.
Carlota Gurt construye a la protagonista con todo detalles a nivel psicológico, se convierte en narradora omnipresente y la muestra de manera espontánea, directa y visceral, mostrándose de manera franca, sin esconder sus debilidades y sus miedos, dando la sensación de que ese tono desenfadado es pretendido, es buscado, es una extensión de ella misma. No tardan en asomarse personajes que se ocupan de añadir quebraderos de cabeza y preguntas sin respuesta. “Sola” cuenta con la vida de Mei, la madre Remei, Xana, Renzo o Monda, según quien hable de ella. A la mezcla de inocencia y malicia del contexto rural, el color verde de la naturaleza, un protagonista más. La literatura será otro bálsamo. Con una acción bien dosificada para mantener la expectativa y la somete a la plasticidad y la potencia, la autora danza por la identidad de Mei, de la autodestrucción hasta la reconstrucción, de la crónica del naufragio a la crónica de la supervivencia, del abatimiento más radical hasta la animalidad y euforia más arraigada y arriesgada.
Así es. Una cuenta atrás empuja la lectura, de la que el lector sale siendo otro. Como de la soledad.
 
La última palabra. Esta es la mía: seguir descubriendo libros que merecen un gran recorrido.
 

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