domingo, 29 de enero de 2017

EL DESVÁN.






Aquella noche como tantas, Carmen no consigue conciliar el sueño. Da vueltas en aquella cama, demasiado grande para un cuerpo tan menudo, igual que la veleta de la iglesia en el cielo pesaroso en días de otoño. Girar y girar buscando la brújula descontrolada de su vida.

Cansada de tanta incertidumbre, con el cuerpo pesaroso de los años donde lo terso da paso a lo ajado y seco, sube las escaleras al desván de los trastos viejos y olvidados. En un rincón, entre chismes no usados y aquellos pasados de moda, se encuentra con la caja del pasado abandonada a su suerte, ennegrecida por el moho de las lágrimas y el alcohol del olvido. Una tentación abrirla en aquel instante, cuando en sus sienes se agolpan palabras y desprecios, desidia y reveses de un lapso no tan lejano que invita atravesar el puente de la memoria entre el ayer y el hoy.

Carmen necesita abrir la caja, liberando a Thor de su prisión para que lidie con fotos y cartas, montoncitos unidos por lazos de terciopelo rojo, aromas a rancio y añejo de un pretérito pasado irregular y huidizo, una vida resumida en unas cuantas palabras y menos imágenes.

En tensión y contraído el corazón, Carmen rasga y rompe, hurga y mete el dedo en la llaga de los años donde el amor embriagaba su mente y nublaba su vista. Pasión que desdoblaba en hojas de papel y bolígrafo, para expresar su dicha y poder evocar siempre. Retratos donde los dos, eran uno, risas de vacaciones de verano pintadas en un cielo limpio de nubes de tormentas por los Campos Elíseos triunfo de la cama y la lascivia. Bofetadas de realidad albergadas ya no en la cara, sino en los días de otros tiempos acumulados en las canas de sus cabellos.

Y allí sentada en el suelo de madera corroído por las termitas, Carmen guerrea con Thor en la batalla final por lograr el premio de la cordura, destapando pequeños frascos de aromas de felicidad e ilusiones, olor a hombre en comunión con  mujer, cópula de sentimientos y cuerpos. Desenroscando la podredumbre del elixir corrompido por años de gritos y palabras mal hirientes, de sumisión y obediencia, de miedo y pesadillas. Una lágrima amarga derrama Carmen frente a aquellas cartas que durante 20 años, había escrito en lugares camuflados y secretos a los ojos de su adversario y enemigo en muchas ocasiones, y en otras épocas, las menos, amante de noches que nacieron y murieron en un orgasmo, pues el sexo era el mayor entendimiento entre dueño y esclava.

El tiempo en aquel desván se transmuta en una película acelerada en pantalla de cine distorsionada por la razón de Carmen, demencia cargada por el abuso y acoso de aquel hombre que le regala cajas sorpresas de amor y odio a partes desiguales, a conveniencia del despecho por las lentejas pegadas en el fondo de la cazuela, o por el amante solícito del pene erecto.

Carmen, Carmen enciende el misto para quemar las quimeras, incendiar los momentos, abrasar los recuerdos, incinerando su cuerpo en el desván de los ensueños, y por fin, ganar la guerra final al insomnio, y aquél, que día a día le recuerda la insignificancia de ser mujer aún más de ser persona ajena a sus órdenes. Miedo y dolor, dos gotas de agua del grifo cerrado que repiquetea en un fregadero de  mármol de Carrara, erosionando en silencio, la voluntad de Carmen.

Carmen por fin duerme entre los escombros del desván rodeada de chismes y trastos que nunca supieron para que sirvieron, pero que le han dado esta noche la felicidad de saberse triunfadora.

Relato del Blog: LAPRINCESAYASEVE.

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