viernes, 6 de abril de 2018

DESEOS Y PERJUCIOS.



 

Tú, que no me deseas,
Déjame que te explique.
Hay deseos y deseos.

Hay deseos que suceden,
como una brisa que hace levantar la cara
o el rece inesperado de tu mano,
y otros deseos que somos.

Deseos que se te meten por los ojos
y no paran hasta haberte agarrado el corazón.
Deseos que alargan los dientes;
deseos que acortan la vida;
que te queman los dedos
en el deseo de arder, arder y sin medida,
a la medida de tus propios deseos.

Los hay que tienen alas para escapar del mundo,
y todo lo que deje mucho que desear.
Hay deseos que perder, sí,
de esos  sé bien que hay.
Algunos son recuerdos.
Algunos son eternos
mientras dura la noche.
Otros, en cambio, que parecen caprichosos,
hacen que te consumas lentamente
hasta que lentamente los desnudas
y te encuentras contigo en el espejo.

Y entre tantos deseos,
déjame que te explique:
hay deseos y perjuicios.

Tú, que no me deseas,
que no mueves montañas,
que no bebes los vientos,
que no sabes que se puede volar
y estar arrodillado al mismo tiempo,
tú,
tú no entiendes de eso.

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