lunes, 1 de julio de 2019

EL AMOR DEL REVÉS. Luisgé Martín.


Aquí estamos ante un libro autobiográfico, tan de moda últimamente. En palabras de Antonio Muñoz Molina: “En España, son raros los buenos libros de memorias, sobre todo de memorias escritas por hombres. Entre nosotros hay poco hábito de poner por escrito los propios sentimientos, la fragilidad masculina, la melancolía de lo que se ha perdido o lo que se malogro”. En cualquier caso escribir es siempre exhibirse, en cualquiera de sus aceptaciones, y no tiene por qué implicar una connotación negativa.
También a su favor, Luisge, no pretende moralizar ni convencer, sólo mostrar. Contar. Purgar.

SINOPSIS: El amor del revés es la autobiografía sentimental de un muchacho que, al llegar a la adolescencia, descubre que su corazón está podrido por una enfermedad maligna: la homosexualidad: «En 1977, a los quince años de edad, cuando tuve la certeza definitiva de que era homosexual, me juré a mí mismo, aterrado, que nadie lo sabría nunca. Como la de Scarlett O’Hara en Lo que el viento sellevó, fue una promesa solemne. En 2006, sin embargo, me casé con un hombre en una ceremonia civil ante ciento cincuenta invitados, entre los que estaban mis amigos de la infancia, mis compañeros de estudios, mis colegas de trabajo y toda mi familia. En esos veintinueve años que habían transcurrido entre una fecha y otra, yo había sufrido una metamorfosis inversa a la de Gregorio Samsa: había dejado de ser una cucaracha y me había ido convirtiendo poco a poco en un ser humano.»
El amor del revés es la historia de un camino de perfección que trata de poner al descubierto, sin clichés y sin moralismos, la intimidad desnuda de alguien que de repente se siente apartado de las normas sociales y trata de sobrevivir entre ellas. El autor cuenta su propia vida con una sinceridad a veces hiriente: el descubrimiento de su condición sexual, los primeros amores juveniles, los problemas psicológicos derivados de su inadaptación, la terapia conductual que realizó para cambiar sus inclinaciones enfermas, la exploración del sexo, las primeras relaciones afectivas, los contactos con el mundo gay y el descubrimiento progresivo y tardío de la felicidad, «el valor exacto de la ternura».
Es también el retrato de una sociedad infectada por la intolerancia y por el prejuicio, que busca enfermedades imaginarias para marcar su propio territorio moral. Hasta ahora Luisgé Martín había ido filtrando detalles de su biografía en sus novelas. En este libro convierte en objeto de la narración su propia vida, ejemplar en el sentido clásico del término: sirve para vislumbrar a través de ella las debilidades y las grandezas de la naturaleza humana; sus miserias, sus ambiciones y sus logros. El resultado de su empeño es una obra de una franqueza arrolladora y una calidad literaria excepcional que rememora décadas de máscaras, tanteos y exploraciones, en un trayecto primero doloroso y después liberador hacia el conocimiento de uno mismo. Un retrato íntimo y sin velos, una portentosa contribución a la literatura autobiográfica.


Hay vidas que merecen ser contadas por el mensaje que contienen o la reflexión a la que invitan.
Quizás no estamos acostumbrados a que nos hablen de las cosas importantes con tanta claridad, a conocer los demonios del otro o sus tribulaciones y sus desvelos. Quizás aún nos pesan los complejos y las vergüenzas o simplemente nos resultan infrecuentes estos ejercicios de honestidad. Les reconozco que, a veces, durante la lectura, apartaba la mirada, como si estuviera fisgoneando en un diario, o como si me empeñara en escuchar una conversación privada en la mesa de al lado. Es el pudor que dan los asuntos de los otros a la tensión que produce acercarse a la intimidad ajena.
Este libro abiertamente confesional  me ganó desde el principio por dos razones. La primera, consiste en la verdad humana que empapa el texto. El libro de Luisgé Martín está sentido de principio a fin. Es de un desnudamiento minucioso y reflexivo, que a mí no me ha parecido en ningún momento obsceno, ni ingenuo. La segunda razón, la literatura, aquí sostenida por una prosa adecuada al tema, bien trazada, rica en matices, propia de un escritor maduro. Significa que, el relato no se conforma con una sucesión convencional de peripecias. Muestra la herida interna, los dolorosos años de la represión, por no admitir su homosexualidad, la pelea por el sentimiento de culpa, por una sexualidad fingida y con ocultamiento, el terrible asunto de la identidad y la vergüenza, y, por encima de todo, el afán por querer y ser querido de un modo que muchos no aceptan y que hasta hacía algunos años la ley prohibía en España.
Pero también es otra cosa que me ha dejado plenamente convencido. “El amor del revés” contiene un agudo y lúcido retrato de la época, se deja entender desde la perspectiva de la vivencia homosexual, pero trascendiéndola a cada instante para hablarnos de cine, de libros, de viajes, de política, de hábitos, de prejuicios y de tantos cosas que conformaron el paisaje social español de las últimas décadas del S. XX y de la primera actual.
Y en eso consiste esta obra, en una morosa y detallada disección de la vida sentimental de un hombre que descubre las dificultades que un rostro cotidiano de la normalidad cómo es la homosexualidad y con sus implicaciones emocionales y sociales que este descubrimiento íntimo tiene para el autor.
Hay una profunda reflexión a lo largo del texto sobre la condición sexual como sustrato donde se asienta lo que somos. En particular, la condición sexual nos determina.

“El amor del revés” se lee –o se puede leer- como una autobiografía, como novela de amor y romances, como un libro de aventuras, como uno de superación. Todo cabe y todo se disfruta. El problema es, en toda esta “literatura del yo”, la línea que separa la valentía del exhibicionismo es muy fina. Y en cada una de las palabras que hay en las páginas de este libro son honestas y valientes, porque hay que tener valentía para desnudarse en cada una de ellas.
Viene ahora, cuando toca hablar de valentía, uno de los ejes importantes del libro, valentía por reconocerse, por dejar de esconderse, por relatarlo a tumba abierta; y ante todo la valentía, que le pide al lector, que respete y acepte aquel que se siente diferente, ya sea por un motivo o por otro, para poder encajar en el restos de la sociedad.
La prosa de Luisgé Martín –Bendecido desde siempre con el don de la musicalidad- se ancla en esa extraña región que hay entre la ternura y la dureza, entre lo bruto y lo que  dulce, entre lo salvaje y lo doméstico. Su estilo, estimulante, sagaz, me recuerda  a las telas tornasoladas, porque parece siempre a punto de ser otra cosa, de mutar, de convertirse en algo móvil. El autor, con una clara tendencia a lo poético y la belleza, deja que escuchemos el pulso que late bajo la historia. Porque una vida, cualquier vida, parece más bonita si la cuenta Luisgé Martín.
La narración es también reflexiva, abundando en cita de otros escritores. Gran parte de la efectividad de la prosa se sustenta en su carencia de énfasis. Un ligero humor negro está presente, aunque nunca llega a ser un hilo conductor de la historia.
No obstante encontrar la distancia narrativa es importante, pero más importante, todavía, es encontrar la voz adecuada para narrar y el autor encuentra esa voz desde el inicio del libro.
Con respecto a todo lo anterior, cuando comienzo a leer percibo sobriedad y hermetismo de sentimientos. Hasta la mitad del libro, la que recorre la infancia del autor, el descubrimiento de su condición sexual, su juventud, leo con fluidez. Tomo conciencia de que Luisgé está mostrando un escenario absolutamente real de una época, una represión, una mentalidad. Y que, una vez más la –mala- educación católica ha hecho un gran daño en muchos corazones. La culpa. La puta culpa.
Sobre todo, la parte en la que describe el tratamiento psicológico para “currar la enfermedad de la homosexualidad” –también el psicoanálisis ha ocasionado estragos- me pareció tremendo.
Por lo que se refiere, es ya un clásico, “Antes que anochezca” de Reinaldo Arenas. Ahora bien, a diferencia del libro de Arenas, el de Luisé permite navegar sin censuras por los meandros de una mente atormentada. “Antes que anochezca” describe la lucha entre el individuo y la sociedad; “El amor del revés” encierra, además de lo anterior, un relato descarnado de la lucha del individuo contra sí mismo.

No es una novela coral. No hay un gran número de personajes que le den vida a la novela. La tensión narrativa está sustentada por un solo personaje. Luisgé es el gran protagonista de la historia.
Es una autobiografía emocional a partir de la propia gestión de los deseos. El autor compone su propia identidad a través de un protagonista que se convence de su diferencia a raíz del descubrimiento de su atracción por los hombres.
Da gusto que un libro tan arriesgado como éste esté expuesto en primera persona. Un retrato íntimo y sin velos, una portentosa contribución a la literatura autobiográfica. Es cierto, que el escritor ha ido filtrando detalles de su biografía en sus novelas. En este libro convierte el objeto de la narración en su propia vida, en el sentido clásico del territorio: sirve para vislumbrar, a través de ella, las debilidades y las grandezas de su existencia: sus miserias, sus ambiciones y sus logros. De manera que, el autor, ¡qué generoso!, nos permite visitar sus rincones más oscuros, abrir todos los cajones. De ahí que la intimidad desnuda de alguien que de repente se siente apartado de las normas sociales y trata de sobrevivir entre ellas y el escritor cuenta su propia vida con una sinceridad a veces hiriente.
Sin embargo, a la vez, el libro tiene otro protagonista importante y de peso, a parte del autor, la sociedad. Que se considera muy tolerante en cuanto a los temas de diversidad sexual, pero, en la realidad hay un gran sector, nunca han aceptado esta realidad.

La literatura, a veces, tiene este poder, el de desestabilizar, el de provocar un ligero, vértigo o un bostezo dentro del pecho. Afortunadamente todo eso es lo que me ha provocado este libro.
Particularmente, se trata de un libro que a los más jóvenes sorprenderá porque, afortunadamente, parece que esté hablando de otro país. Y es, además, un libro que recomendaría encarecidamente a los homófogos, aunque fuera solo para tratar de entrar en la mente de otras personas y por probar si, de esa forma, se les activa un poco las neuronas, cosa que dudo.
Veamos, el libro es feroz. Cruel. Porque Luisgé es cruel consigo mismo. ¿Valiente o imprudente? No sé cuál de las dos cosas ha sido el autor.
Valiente, cierto, porque hay que ser muy valiente para mostrarse así, proponiéndonos un excursión por todos los laberintos de su alma. Imprudente, no hay pudor en ninguna de las casi 300 páginas de este libro, ni mucho menos, exhibicionismo. Es cierto que nos exhibe un striptease integral carente de sensualidad y desprovisto de sutilezas.
La doy las gracias, por la valentía, por comprometerse por la música y el talento. Y como pasa con los amores locos, uno podría dejarlo todo aparcado y, en esta ocasión, dedicarse sólo a leer. A leer “El amor del revés”.
 


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