sábado, 23 de noviembre de 2019

AMADÍSIMO.


Ilustración William Cash.
 

Contigo -cómprendenos- hemos querido realizar un sueño.

Tu piel refinada es vía sosegante a nuestra mano.

Tus muslos de muchacho protegen del diario invierno.

La hermosura de tu perfil (¿quién no habló de tu exacta cabeza?)

nos recuerda en su tacto que una vez el ideal magnífico…

Sí, traes los colores de ciertos remotos días del colegio,

pero también la quimera de noches leyendo del amor perfecto.

Todos los rostros que pasaron sin detenerse -ahora-

se centran en la belleza frágil de tu tenue cintura.

Quien te fotografía desnudo, quien adora tu sonrisa leve,

quien te adorna para marchitas cenas que no entiendes

y al fin, en lo oscuro, profiere delicadas palabras y caricias.

Todos visten de ti lo que nunca tuvieron y marchitó la lluvia…

Eres imagen que el deseo tatuó hace años,

y si apenas te vemos es que la perfección te oculta.

¿Quién eres? Usa cada cual su nombre favorito.

Tu nombre -como tú- los obsequia complaciente una noche.

Y ni tu nítida sonrisa hablándole a tus ojos

sirve a desbaratar la irrealidad del sueño.

Perdona que te demos lo que pides.

Perdona tu inmaculado tránsito por la árida belleza.

Perdona que no preguntemos por tus padres

ni por aquel amigo que tuviste en el campo,

perdona que tu eximia hermosura gracilínea

la cubramos de absurdos restos,

clámides y utillaje de retórico anhelo…

Perdónanos no verte. Tú no eres tú.

Eres lo que buscamos todos.

La juventud gentil mecida por la vida,

El puro amado coronado de hiedra.

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