domingo, 23 de febrero de 2020

GUERRERA.


 

Guerrera que ha peleado muchas batallas
a veces por necesidad, a veces por deseo
a veces por ignorancia
a veces por la ebullición de los volcanes que me habitan.
Como si viniera de Sarmacia o hubiera peleado en Troya.
¿Acaso con el pecho cercenado para acomodarme el arco
en la noche triste de Tenochtitlan?
Acaso con este fuego del centro del universo
que no me permite detenerme y aceptar
que el mundo sigue girando sin mi, tranquilamente.

Arco, lanza, hacha, escudo y casco me derrumban.
No puede ya mi cuerpo con tantos semáforos derretidos
escurriéndose por las alcantarillas.
Quiero que me arrastren los ríos que ya no se devuelven
sobre sus cauces muertos
cauces amortajados para el funeral con coronas de plástico
y llantas Good Year-Firestone.

Piedra de Fuego, eso soy
buscando ansiosamente un río de agua fresca
para apagar la sed del miedo
el hedor de azufre en cada hueco desolado
que se dispara estridente sobre mi camisa.
Batallas candentes las de mi ropa.

Walkiria en la corriente de otros ríos que no son míos
y que viaja a mares de otras latitudes. Perdida estoy.

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