jueves, 2 de noviembre de 2023

LA REGATA. Manuel Vicent.

De las tres formas de agua salada a las que Isak Dinesen confiaba la cura de todos los males –el sudor, las lágrimas, el mar-, Manuel Vicent elige el mar. El mar es un paisaje y una narración.
Manuel Vicent regresa con “La regata” a su territorio literario: el Mediterráneo. La novela es un ácido relato en el que conviven la corrupción política y la crisis migratoria. Al autor le sucede lo que en el poema de Pablo Neruda, “no sabe si la mar le enseña música o conciencia”.
 
SINOPSIS: El amor de Dora Mayo, aspirante a actriz, y el exitoso empresario Pepe  California parece vivir sus mejores y más ardientes días en el verano de  2016, cuando una regata congrega a lo más granado de la sociedad a  orillas del Mediterráneo. Pero la muerte, que trastoca todo en los  momentos más inesperados, acaba con la burbuja de esta relación de la  que solo quedará un misterio por resolver: el de las firmes ataduras que  no impiden escapar a Dora de la cama en la que termina abruptamente el trato de los dos amantes.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El mar no es sólo una estética, sino el espacio donde contornear una moral propia. Lo teme. Lo ama. Sabe que es un lenguaje difícil de descifrar. Un idioma consentido y sin piedad. Esta novela es el libro más marinero del autor. La novela comienza con la muerte súbita en la que están comprometidos una incipiente y bella actriz, Dora Mayo, con un empresario influyente.
Manuel Vicent escribe “La regata”, una novela sobre el paraíso que un día, todos decidimos perder. Un viaje de placer a vela lleno de sensualidad y de sol. Pero bajo su superficie brillante, el mar esconde un fondo negro y turbio que también forma parte de esta historia.
Solo Vicent es capaz de escribir una sátira alegre de la sociedad actual que es al mismo tiempo una suerte de intriga. Esta es una oda al mar, al mundo bello, indomable, brillante y luminoso del Mediterráneo, tan presente en otras obras del autor, pero también una denuncia de la corrupción que se teje en la costa desde hace décadas, la vida vacía y las tragedias personales y colectivas que acaban ahogadas en el fondo del mar.
Para ello, el autor valenciano lo hace recorriendo al detalle, como sólo él es capaz de hacer con un buen adjetivo en la mano, un buen puñado de males que aquejan a esta sociedad decrépita y enferma: la corrupción institucionalizada, la degradación moral de los opulentos, el contraste indolente entre ricos y pobres, el compromiso moral de pasarela y la falsedad de una ética ausente por completo de rigor y palabras de honor.
La primera consideración que quiero hacer de esta novela es que se nota con mediana claridad, tal vez demasiada, que Vicent no quiso perder la oportunidad de daros su radiografía del estado actual del mundo de la Comunidad Valenciana hace algunos años atrás, y dentro de él España.
Un compendio tornasolado de sensualidad y locura amorosa. Hombres y mujeres, que también podréis identificar en las páginas y programas televisivos del corazón. Políticos, empresarios, chicas bronceadas para hacer las delicias eróticas de los varones exitosos.
La obra, más allá de la historia que puntea, es también un atlas del viaje mediterráneo, un breve tratado de gastronomía levantina y paisajes costeros que los acompaña, una colección de instantáneas de dudosos triunfadores y otros buscavidas, un alarde de acción en un mundo quieto.
Los juicios expuestos en “La regata” es una reflexión sobre el deterioro de la naturaleza, en este caso la costa mediterránea, los turbios intereses que están detrás y la sociedad que pulula en sus costas en busca de placer, vida fácil, sol y mar, sin darse cuenta que éste siempre pasa factura al loco que hacer los hombres, movidos por la ambición desmedida, su falta de escrúpulos y le ceguera que los lleva a destruir a la naturaleza de la que todos formamos parte.
 
Vicent, siempre lírico y tal vez obsesionado con el estilo, lo cual ha dado algunos de los párrafos más hermosos de la literatura española de las últimas décadas, se centra en la denuncia sin importarle caer en la caricatura.
La narración de los hechos transcurre con relativa fluidez durante la novela. El lector acude a todos los sucesos que ocurren en los distintos veleros que participan en la competición. El escritor castellonense mezcla lo bello y lo zafio como nadie, hasta conseguir un excelente relato de nuestro tiempo. La prosa exacta y homicida de Vicent toma aquí un nuevo impulso. Su ironía siempre lúdica e inteligente. Su sorpresa verbal. El lenguaje como una red marinera donde atrapa sensaciones olfativas y visuales, táctiles, con la que elabora una escritura carnosa y sensorial.
 
Vicent desarrolla un relato coral en el que el lector asiste a lo que sucede en los distintos barcos que participan en la regata sin afán competitivo. Grotesco por la falta de dignidad, una virtud que a los actores de la novela les importa una mierda: corruptos y mujeres ciervos que pueblan los distintos barcos que vamos conociendo saltando de uno a otro. Y en todos ellos lo único que tienen en común es que intentan tapar su conciencia de vulnerabilidad evocando unas desgracias que les alejan todavía más de la realidad del lector.
La trampa de “La regata” mezcla personajes de toda índole y condición, desde el veterano empresario Pepe California y su amante, la joven actriz Dora Mayo, que destaca por su belleza, quienes deciden participar en la regata a través del Mediterráneo a bordo del velero del empresario ha conseguido gracias a unos ganancias provenientes de la Primera Guerra del Golfo. Hasta se cruzan constructores levantinos de los que tienen el escroto chapado en oro. Un exministro de UCD mudado después al PSOE y que ha ido avanzando en  política pisando cieno. Una joven capaz de alcanzar el orgasmo abrazando una puesta de sol. Un aprendiz de escritor. Una familia del OPUS. Un magnate del ladrillo muerte por viagrazo u una amante –actriz de arte y ensayo.- También otro actor de renombre que en cada frase hecha un caramelo por la boca.
El contraste de la grotesca sociedad que relata la novela lo pone la patera localizada en medio del mar y el emigrante muerto flotando.
 
Porque el mar es música para Vicent, y la música es la conciencia. Observador, esteta, irrepetible. A Manuel Vicent le echaremos de menos el día que decida retirarse de la novela. Tanto como él echa de menos el Mediterráneo de su infancia.

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