sábado, 2 de agosto de 2014

HABITA EL TIEMPO DE TU JUVENTUD.



 

Arriba abajo habita el tiempo  
de tu juventud,  
y puesto que un día el azar 
te hará un hogar desierto,  
en tanto tu rostro sea tal una larga rama  
de verdor,  
niégate al sacrilegio que codicia
tu heredad, clausura   
la voz que adelanta su perjurio  
hasta tu boca, conjura el amor  
en los claros augurios que a los siglos  
sobreviven.  

Largamente, a oscuras, el olvido
conoce la indolencia del sueño,  
crea la suma de un mal, con letras cardinales  
se da a un breve memorial  
de acusación  
y sobresalto.  

Pero hoy, en este vago espacio,
tal un mañana que se eterniza,  
mira cómo la ancianidad se oscurece  
en sus hábitos, cómo se hace de malversación  
en todo lo que no fue y huye  
con el humo de la tierra.  

Nunca una pasión
se ordena entre muertos recuerdos  
pues nunca se destierra de un cuerpo un amor  
si otro amor hizo del mismo cuerpo  
su oscura fortaleza.  

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