lunes, 15 de noviembre de 2021

LOS VENCEJOS. Fernando Aramburu.

Se aleja Aramburu del entorno asfixiante de la Euskadi de los años del terrorismo. Su nueva novela, un texto poderoso y vital que se abre a cada paso a la vida, a sus conflictos y nos la muestra en su infinita humanidad.
 
SINOPSIS: Toni, un profesor de instituto enfadado con el mundo, decide poner fin a su vida. Meticuloso y sereno, tiene elegida la fecha: dentro de un año. Hasta entonces cada noche redactará, en el piso que comparte con su perra Pepa y una biblioteca de la que se va desprendiendo, una crónica personal, dura y descreída, pero no menos tierna y humorística. Con ella espera descubrir las razones de su radical decisión, desvelar hasta la última partícula de su intimidad, contar su pasado y los muchos asuntos cotidianos de una España políticamente convulsa. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La novela es en realidad la reconstrucción de una vida, con sus sueños perdidos, sus frustraciones y sus breves instantes de felicidad.
Todo comienza cuando Toni, un profesor de filosofía de instituto, elige una fecha para suicidarse se ha dado un plazo para organizarlo y despedirse de todo. En esa cuenta atrás hacia el fin de sus días, escribirá un diario íntimo en el que repasa su vida. La historia en sí, cuenta con una narración de una vida salpicada de reflexiones, a veces directas puestas por escrito por el mismo, otras de forma indirecta, a través de sus actos y pensamientos.
Un texto arriesgado, desagradable, descorazonador. De lo que no hay duda es de la valentía de Aramburu. Él sabrá por qué se ha metido es ese mundo subterráneo. Narra la vida en un sórdido callejón oscuro, con la amenaza del suicidio latente en cada página, con la violencia cayendo en cascada por el papel. De la luz a las tinieblas.
El autor en esta obra da vueltas a dos cuestiones que quería resolver en forma de novela y no con un ensayo-narrativo: la primera, es el papel que asume el hombre en una democracia moderna, que se supone un tiempo de post-patriarcado, y que ya no tiene la última palabra; la segunda, no es el planteamiento del suicidio, sino saber con exactitud la fecha de la muerte y como te trastoca la vida.
Por otro lado, me parece que el autor ha querido tocar muchos temas de actualidad entre ellos: atentado 11-M de Madrid, el mundo de la enseñanza, el bullying, la política, la familia, los okupas, la homosexualidad, la prostitución, la violencia de género, el amor, la carencia del mismo.
Con todo lo dicho anteriormente, leerla o no queda al criterio de cada cual, solo faltaría. Ahora bien, también considero, sinceramente, que si la historia se redujese a cuatrocientas páginas no le habría hecho ningún mal a una novela que se sitúa en la línea de las ideadas y escritas por autores durante el confinamiento y que ahora salen a luz muy sobradas de extensión y no tanto de originalidad. Estas novelas de pandemia, escritas a modo de diarios personales, se aferran al recogimiento y a la cavilación para recrear aquella atmósfera opresiva que, en realidad, todos estamos deseando olvidar.
La novela es un retrato certero, aunque algo esperpéntico, la lectura de la obra no me ha parecido en exceso difícil por la prosa, sin embargo, se me ha hecho un tanto tediosa debido a las divagaciones de la trama, y a la presencia de altibajos en la historia que a veces la ralentiza o reitera situaciones leídas con anterioridad.
Dicho de otra manera, menos páginas, no significa menos calidad en el desarrollo del argumento, porque está concretamente, hubiese podido llegar a ser una obra maestra algún día, pero por algún motivo el autor se ha empeñado en estirar la historia más allá de lo razonable.
 
Aramburu trenza una historia que engarza el pasado con el presente y que gira totalmente en torno al protagonista, eje de una trama ácida y pesimista, aunque en la narración no faltan guiños humorísticos e incluso deje de ternura. La novela es correcta desde el punto de vista narrativo y está bien armada psicológicamente en relación con los protagonistas.
Se trata de una especie de diario íntimo pero presentado como una crónica narrada en primera persona. La sensación que deja su lectura es como su hubieseis participado en una conversación con un amigo, en la que os hace confidencias sobre sus pensamientos más íntimos.
Libera una bandada de verdades necesarias, por ásperas e inoportunas. El autor os picotea: sexo, desamor, enfermedad, vejez, violencia, soledad, familia e incluso la política y la actualidad.
Otra verdad importante, es la violencia, uno de los grandes temas del libro, retrata la violencia de la intimidad, del detalle de la escena, de la acción y el pensamiento, la violencia contra uno mismo. Con la plasticidad de un veneno que se inocula, la veréis emerger en el seno de la familia, intoxicar las relaciones, contagiarse o heredarse.
El contrapunto en este monologo, es cierto, requiere una lectura pausada, no un atracón de páginas que impida saborear la emotividad del relato. El problema, no es la historia en sí, no es el trasfondo, a la par que ligera en forma. Suena contradictorio, pero creedme, lo más llamativo, y lo que hace que cueste seguir el hilo de la trama es la falta de dirección de la misma. Pasan cosas, pero sin un objetico claro, lo cual implica que el autor meta escena de relleno donde el ritmo se enlentece.
Y no es que la novela sea mala, ni siquiera mediocre; simplemente no funciona. La he leído sabiéndome en buenas manos. Hay buena prosa, páginas excelentes. El inconveniente ha sido la sensación de desorden que acompaña la extensión, no hay más que una sucesión de recuerdos de diferentes momentos.
Y no estoy diciendo que el estilo de la novela sea precisamente fácil, pero sí lo clasificaría de juguetón, una narrativa que busca entretener y ser cómplice del lector a la vez que va colocando temas bastantes complejos en el fondo de toda la historia.
 
Fernando Aramburu logra en “Los vencejos” perfilar unos personajes extremadamente complejos, intensamente dramáticos, con sus dudas, con sus experiencias y sus profundas reflexiones sobre la vida, que expone el lado amargo de la soledad, pero curiosamente, de la soledad en plena sociedad. ¿Es posible sentirse aislado en medio de la muchedumbre? ¿Es normal que existan seres humanos que no encuentren sentido a sus vidas?
Página a página el personaje se abrirá al lector que será conocedor de su más absoluta intimidad, pero cuidado con las primeras impresiones sobre el protagonista, pues estáis ante una novela repleta de luces y sombras. Tanto el protagonista como el resto de personajes de la novela tienen sus matices, sus manías, sus singularidades.
Aparecerán, diseccionados con implacable bisturí, sus padres, un hermano al que no soporta, su exmujer Amalia, de la que no logra desconectarse, su problemático hijo adolescente Nikita, también su satírico amigo Patachula y la inesperada exnovia de su juventud Águeda. Y en la sucesión de episodios amorosos y familiares de esta adictiva constelación humana, Toni, hombre desorientado empeñado en hacer recuento de sus ruinas, insufla curiosamente, una singular lección de vida.
Estáis ante una novela con personajes de vida cotidiana pero en el fondo complejos que pueden acabar asombrando al lector con su originalidad.
Este tono avinagrado, en ocasiones mordiente y aromatizado de insolencia, no sólo mitiga la solemnidad y la envergadura de los temas que ambos protagonistas abordan, sino que, caracteriza a los dos personajes de tal modo que permite al autor cruzar esa peligrosa línea contemporánea de la incorrección política, para plantear sin paños calientes determinados aspectos sociales y políticos de la vida actual. Soberbia lección de vida.
 
En suma, un libro entretenido, sin llegar a apasionante, extenso en su contenido logrando un difícil equilibrio en su lectura, con muchas reflexiones que compartir o sobre que discrepar.
En mi opinión, es una novela que no se puede recomendar a todo el mundo, como sí que lo haría con su anterior “Patria”.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario