domingo, 5 de agosto de 2018

TANDA DE PENALTIS.





Bocarriba, sobre la cama, con el pecho subiendo y bajando y acelerado por la excitación, Cris me devuelve la mirada. Creo que soy la única persona que lo llama así. Creo que soy la única persona a la que él mira así.

Abrumado por la intensidad de sus ojos, mi mirada se desliza por su mandíbula, por sus clavículas, por su abdomen musculado. Su cuerpo desnudo, bronceado, es un placer prohibido, un placer secreto que arde cuando lo toco. Observo la marca de mis dientes junto a su ingle, un mordisco reciente.

La temperatura parece subir varios grados de repente y necesito ponerme en pie para que me dé el aire. Voy a recoger mis calzoncillos del suelo, pero Cris me detiene.

—No te pongas nada —me pide—. Me gusta verte desnudo.

Yo sonrío con picardía y camino hasta la ventana. Allí fuera, los periodistas deportivos dirigen sus cámaras a la habitación del último piso, la gran suite del hotel. Ninguno se da cuenta de que las caras famosas que buscan se ocultan en una de las habitaciones de los pisos bajos, por cuya ventana me asomo con prudencia.

Absorto en mis pensamientos, no me he dado cuenta de que Cris se ha levantado. El contacto de sus dedos en mis hombros me estremece, asusta y excita. ¿Qué pensarían todos ellos si supieran lo que ocurre entre el jugador estrella y el portero del equipo contrario? Cris despeja mi cabeza de dudas. No necesita palabras cuando pega su cuerpo al mío, cuando posa sus labios primero en mi cuello y luego en mi boca. Su lengua busca un hueco en mis defensas, como él la busca en los partidos.

—Mañana no pienso ponértelo fácil —le digo girándome para enfrentarlo. Su cuerpo sigue tan pegado al mío que mi incipiente erección apenas tiene espacio para crecer entre nosotros.

—Eso mañana, hoy no vas a parar ni un penalti.


 

1 comentario:

  1. Un relato original, elegante y sorprendente. Muy digno. Enhorabuena al autor.

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