viernes, 28 de enero de 2022

EL PEÓN.

 
 
A menudo, cuando veo jugar al ajedrez,
sigue mi mirada a uno de esos peones
que, poco a poco, van hallando su camino
y logran llegar a la última línea.
Con tanto celo camina hacia su meta,
que aquí realmente parecen comenzar
sus alegrías y recompensas.
Muchas tribulaciones encuentra en su camino.
En diagonal sus dardos le disparan los alfiles;
las torres lo acometen con sus anchos
corredores; entre sus dos cuadros, veloces intentan
los caballos atraparlo con engaño;
de aquí y de allí, acechado por la angular amenaza,
avanza un peón por su camino,
desde el campo enemigo despachado.
 
Mas escapa de todos los peligros
y consigue llegar a la última línea.
 
Qué triunfante llega a aquí,
a la temible línea final.
¡Con qué alegría alcanza su propia muerte!
 
Pues aquí morirá el peón,
sólo para esto eran sus afanes.
Por la reina, que ha de salvarnos,
por resucitarla de su tumba,
vino él a caer en el infierno del ajedrez.
 
 

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