Con
la undécima novela “Farándula” Marta
Sanz ha sido reconocida como ganadora del premio Herralde de novela que, en su
33ª edición, ha convocado la editorial Anagrama.
Una
historia que encierra como trasfondo el impacto de la propia crisis en el mundo
cultural, Concretamente en el ámbito del teatro.
SINOPSIS: Valeria Falcón
es una actriz de cierta notoriedad que cada jueves visita a una vieja gloria
del teatro, Ana Urrutia. La Urrutia padece el síndrome de Diógenes y no tiene
dónde caerse muerta. Su ocaso se solapa con la eclosión de un capullo en flor,
Natalia de Miguel, una joven aspirante que enamora al cínico Lorenzo Lucas,
álter ego de Addison DeWitt. Nadie tendrá derecho a destrozar la felicidad de
Natalia de Miguel, una chica muy delgada que en pantalla da gordita.
Por
su parte, el ganador de la copa Volpi, Daniel Valls, confronta su éxito, su
dinero y su glamour con la posibilidad de su compromiso político. A menudo
llega a una conclusión: «Soy un débil mental.» Charlotte Saint-Clair, su
esposa, lo cuida como una geisha y odia a Valeria, gran amiga de Daniel. Un
ictus, el montaje teatral de Eva al desnudo y la firma de un manifiesto
descubrirán al lector: Una historia sobre el miedo a perder un sitio. El sitio.
Sobre la resistencia a la metamorfosis y la conveniencia –o no– de la
metamorfosis. Sobre qué significa hoy ser reaccionario. Sobre los cambios de
lenguaje que reflejan cambios en el mundo. Y sobre los cambios de lenguaje que
no reflejan nada. Sobre las pompas de jabón, el desprestigio de la cultura y la
posibilidad del arte de intervenir en la realidad. Sobre la devaluación de la
imagen pública del artista. Y su precariedad. Sobre la contradicción entre
glamour y compromiso. Sobre el público. Sobre el relevo generacional y el
envejecimiento. Sobre la escritura como acto de mezquindad. Sobre los actores
ricos que firman manifiestos y los actores pobres que no firman nada porque
nadie los tiene en cuenta. Sobre la paradoja de que sólo cuando alguien es
anónimo empieza a servir para algo en su comunidad. Sobre la caridad como mal y
las galas de beneficencia como bucle reproductor de la injusticia. Sobre la
predicación con el ejemplo. Sobre si se puede luchar contra el sistema desde el
sistema. Sobre Angelina Jolie. Sobre la mise en abyme del teatro y el cine
dentro del cine. Sobre la diferencia que existe entre decir «Es gente» o «Somos
gente». Sobre el plural, el singular y la utilidad de la escritura.
Marta
Sanz no se parece a ningún otro escritor de este país. Utiliza la risa como
herramienta de diagnóstico. Un texto borde, divertido, triste, puntiagudo,
urgente. Es farándula.
La
novela está estructurada a partir de las peripecias y retratos de un grupo de interpretes:
artistas, actores de medio pelo, nuevas estrellas, jóvenes que quieren destacar
y viejas glorias. Con una mirada absolutamente corrosiva y con un humor
apabullante, la autora ha compuesto un certero friso de pobladores de ese mundo
que agoniza pero que todavía sobrevive. Al mismo tiempo, denuncia el mundo del
oropel, lo falso, en lo que lo importante es mantener la fachada de lo que se
pretende aparentar. Pero sobretodo, la posibilidad de hablar de todos estos
asuntos contando historias profundas en el fondo y en la forma, divirtiendo al
lector, haciéndole preguntas inteligentes sin pretender darnos las respuestas.
Ante
este libro me encuentro con un sentimiento dividido: un juego de luces y
sombras. Por una parte lo más llamativo de la novela es su originalidad y su
incisividad. Con un lenguaje ágil, su prosa fluye como un verdadero torrente,
sin pausas, dejando al lector sin aliento cada idea viene acompañada de otra y
otra en una espiral a veces delirante, como ocurre con los pensamientos, una
tormenta de ideas. La autora juega con las palabras, las maneja a su antojo,
les da la vuelta mostrando su total dominio del lenguaje. Ocupan páginas
escritas con talento y con un lenguaje fresco y rompedor que en ocasiones
resulta divertido.
Con
todo, la trama no parece tener mucha importancia, es sencillamente una excusa
para retratar las vivencias de los personajes, arquetipos de las diferentes
clases de actores. Con sus debilidades, sus grandezas y las miserias de un
mundo que transcurre a la vista de todo el público que los admira, los envidia
y los crítica en la misma medida. A su vez, a medida que avanza el libro, en
algunas partes de la narración le sobra artificio y le falta sustancia, y se
impone en el lector la sensación de que la novela necesitaría adelgazar de
verborrea y disgregaciones. Se habla un poco embarulladamente de demasiadas
cosas. De ahí que, en ocasiones la trama y los personajes sufran las
consecuencias de la falta de foco y excesos formales.
Por
consiguiente, el libro es un poco irregular, con tropiezos en la historia que
enturbian los mensajes. El resto del libro tiene más sentido y en ciertos episodios
la narración es más atractiva y dinámica.
Conviene
subrayar, ante los inconvenientes descritos, le tenemos que agradecer en estos
tiempos en que algunos, con brillantes argumentos, nos hablan de escritores que
“solo narran pero no escribes”; aquí, sin embargo, hay que elogiar las formas
narrativas de Marta Sanz.
Con
un estilo muy personal, la novela constituye un retrato agridulce de la
sociedad española actual, centrado en el mundo de los actores, artistas y todo lo
que se engloba dentro de lo que conocemos como bambalinas. “Farándula” es
intensa, torrencial, cruda, amarga, desencantada como cada uno de sus
personajes.
No
hay respiro para el lector, expectante en la versión teatral con un final en el
que no hay un beso de perfil o de película y cae el telón sobre la melancolía
del teatro y la soledad del antifaz.
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