Las
gotas chocan contra la ventana causando una sinfonía de ritmos naturales de la
época. Siente que es injusto lo que ocurre.
Es
tiempo de vacaciones y Susan no puede salir al patio a jugar. Esperó tanto y no
puede disfrutar de este tiempo tan añorado. Su rostro afligido se refleja
tenuemente en la húmeda ventana de agosto. Su madre la observa y no resiste la
tentación de cuestionarla:
-“¿Por
qué estás triste si ya estás en vacaciones?”
-“Es
que mi tiempo de jugar lo dañó la lluvia. Esperé tanto para nada”, la pequeña
hace ademanes de frustración para terminar en una sentencia infantil:”la lluvia
todo lo daña.”
-“¿Sabes
qué es la lluvia?”, le pregunta su progenitora mientras la sienta en sus
piernas. “Para un animalito del bosque, es un baño obligatorio y momento de
diversión. Para las flores del campo, es saciar su sed y ponerse más bellas.
Para los agricultores, es bendición hecha agua. Pero, lo mejor de todo, es que
luego de ella, todos son más felices.
La
pequeña no se quedó con la explicación; y a la primera oportunidad y sin
despojarse de la ropa nueva, abre la puerta y se dirige a experimentar todo
aquello que se le fue enseñado.
Para
sorpresa, su progenitora se percató de lo que hacía su hija: “¡Susan, qué
hiciste!” Susan estaba empapada y con los piecesitos llenos de lodo junto a
aquel angelical rostro de niña traviesa.
El
regaño no se hace esperar, sin embargo fue derribado por la sonrisa tierna de
su niña, matizada por alegres carcajadas: “Mira mamá, hasta el cielo está
feliz”, le dice mientras señala con su sucio dedito el arco iris. Al verla
piensa que debe enseñarle a cuidar su salud y la ropa.
Aunque
para sí cree que otro vestido se puede comprar pero esa sonrisa bajo la lluvia
de agosto de su hija: jamás tendrá precio alguno.
Autor: Danny Vega Méndez.
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