domingo, 27 de noviembre de 2016

VIDA.





 



Vivir para saber que no has perdido,

si acaso, el tiempo que ganaste a pulso.

Vivir para aprender cada detalle

que se posó delante de tus ojos.

Vivir para soñar día tras día

con que el sueño se cumple cada noche.

Vivir para matar el gusanillo

del olor a café por la mañana,

del sabor a los besos recibidos,

del tacto de una piel emancipada.



Vivir para saciar la sed de vida,

en el umbral del patio donde el agua

interpreta su dulce melodía

junto al canto discreto de los pájaros.



Vivir para jugar a saltar olas

y dar largos paseos por la playa,

mientras el sol alarga días y sombras

en los amaneceres del verano.

Vivir para saltar tus propios muros

y conseguir pasar al otro lado,

donde aguardan de par en par abiertas

las puertas del futuro.



Vivir para entender por qué se vive.

Por qué la soledad es compañera

o enemiga que espera y desespera.

Vivir para llevarle la contraria

a los que ven la muerte como un juego.

Vivir para morir a pierna suelta

con la tranquilidad de haber vivido.

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