Así
suspenso
ni crucificado
ni
en fúnebre meditación ni en cruz
ni
en sepultura
suspendido
en
perpetuo descenso
la
figura está inmóvil tras ochocientos años.
Crueles
escultores y conversos
que
acudían y un mísero ladrón
le
mantienen en perpetua agonía.
Mil
años de madera
lo
contienen a medio caminar
del
fracaso y del triunfo:
ni
cadáver ni resucitado,
más
allá de los hombres
sin
llegar a los dioses.
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