Sea
cual sea la materia que un escritor se traiga entre las manos, lo definitivo es
acertar con la forma. Al fin y al cabo, no le falta razón a Flaubert al decir
que: “la literatura es un castillo de
palabras que se sostiene por sí solo”. Manuel Vicent da en la diana.
Para
contar la magnificencia de una vida, es preciso saber leer en el alma humana.
No caben dudas de la capacidad de Manuel Vicent de penetrar en las
profundidades de su inmensidad interior y vuelve a demostrarlo sondeando, esta
vez, otra vida: la de Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate, Duque de Alba. Eje de
esta novela.
SINOPSIS: Este relato no
es exactamente una biografía de Jesús Aguirre, decimoctavo duque de Alba por
propios méritos, sino un retablo ibérico donde este personaje se refleja en los
espejos deformantes del callejón del Gato, como una figura de la corte de los
milagros de Valle-Inclán.
Medio
siglo de la historia de España forma parte de este esperpento literario. Esta
travesía escrita en primera persona es también un trayecto de mi propia memoria
y en ella aparece el protagonista Jesús Aguirre, el magnífico, rodeado de
teólogos alemanes, escritores, políticos y aristócratas de una época, de
sucesos, pasiones, éxitos y fracasos de una generación que desde la
alcantarilla de la clandestinidad ascendió a los palacios. Un perro dálmata se
pasea entre los libros de ensayo de la Escuela de Fráncfort como un rasgo
intelectual de suprema elegancia.
El
escritor valenciano, siguiendo el hilo de Ariadna en el laberinto de la
existencia de Aguirre, logra trazar los recorridos de su vida cruzándose con
los suyos personales y con los de una parte de España.
Como
su título indica este libro gira en torno a la figura de Jesús Aguirre, con
vertido aquí en personaje que se desenvolvió con soltura en los ambientes
políticos y culturales de su época, aunque hoy es más conocido por haber sido
segundo esposo de la Duquesa de Alba.
Manuel
Vicent hace que asistáis con una sonrisilla maliciosa y satisfecha a las
escenas de una vida interesante como poco y que da para mucho más, siempre y
cuando, sea Vicent quien cuente la historia. Toda la obra esta tejida en torno
a la trayectoria vital de este sacerdote culto, moderno y un poco marxista, que
se puso de moda en el ambiente universitario. Es difícil de creer el ingenio,
la inteligencia, la malicia y la finura que se escapan por la boca de los
personajes que se cruzan las páginas de Aguirre. La propia vida, la pasión y
muerte de Jesús Aguirre. Su ambición, su llegada a donde quería en la vida, el
relato de su muerte en soledad con un llanto de sirena de ambulancia como única
banda sonora y compañía.
Sin
embargo, aun siendo su eje, no es el personaje central lo más interesante de la
obra, pues es más interesante aún la reacción histórica que elabora el autor en
torno a una subjetiva recopilación de hechos, sucesos, situaciones, anécdotas y
personajes que configuraron y marcaron la etapa del último franquismo y los
veinte primeros años de la democracia española. Por la novela deambulan
personajes reales que dejaron huella en el posterior desarrollo de la vida
política y cultural de nuestro país, así aparecen constantes alusiones al Rey,
Felipe González, Aznar, Tierno Galván, Aranguren, Cela o García Hortelano, por
citar solo algunos.
Vicent
recuerda, se ríe y hace reír, tira de nosotros para hacernos testigos de su
peripecia vital y en ese echarse por las calles del recuerdo, la crónica de
nuestro presente cercano deleita a los que les gusta recordar de súbito dónde
estábamos cuando paso tal suceso.
Quizás
por eso el libro arroja una mirada melancólica a un tiempo “que lo inauguró
todo pero no se sintió satisfecho de nada”; vivido por unos hombres que eran
demasiado autocríticos, demasiados snobs, demasiados inteligentes, demasiados
escépticos.
No
estáis ante una novela típica sino ante una especie de biografía montada en
torno a la propia relación del autor con su personaje, a las anécdotas que el
mismo sacerdote Aguirre contaba a sus amigos, y a lo que se decía de él en los
círculos selectos de los que formaba parte.
Un
libro muy bueno, lleno de ironía y que retrata a Jesús Aguirre con colores
grises claros, queriendo ser coloridos pero sin atreverse a serlo.
La
mezcla de realismo y de una calculada deformación expresionista vale de soporte
artístico al relato.
Vicent
sopesa bien la dosis de lo uno y de lo otro y la combinación produce un excelente
efecto. El resultado es un texto fuertemente visual, de gran plasticidad, y
abundante es imágenes llenas de creatividad.
La
prosa contiene las comparaciones inusitadas, los hallazgos expresivos muy
notables y los fulgores de estilo esperables en el autor. Logra Vicent una
estampa original, profunda y divertida, de un tiempo confuso a la que solo
puede ponérsele un pero: se le hace a uno corta.
El
narrador encuadra la biografía del exsacerdote en un contexto social y político
bien definido. La posguerra y la larga dictadura franquista, la apertura del
Concilio del Vaticano II, la transición, la muerte de Franco, las luchas de
poder, los ataques terroristas de ETA no favorecen el clima de paz y equilibrio
las décadas de democracia, la “movida” de los ochenta y el final del milenio.
La
descripción de situaciones y personajes reales contemporáneos compone el
escenario de la historia, en el que está colocada la escalada personal de
Aguirre. Da también sabias pinceladas sobre medio siglo de la historia española
y construye “un relato ibérico” donde este personaje refleja como si fuera “una
figura escapada de la corte de los milagros de Valle-Inclán.”
El
libro de Manuel Vicent podría ser calificado de biografía novelada, lo que
sirve para guardar las apariencias y mitigar un escándalo, en realidad no hay
para tanto, que es propio de la hipocresía patria. Uno lee otras reseñas del
volumen y halla veladas menciones al amor que no dice su nombre, y que es la
causa del enfado de tan rancio abolengo.
Vicent
no ha querido hacer sangre ni caer en el morbo, y hay aspectos de la vida del
duque que trata con delicadeza, como su extraña sexualidad. La supuesta
homosexualidad de Aguirre fluye en el libro, pero nunca se alude de forma
explícita a ese tema. El lector puede imaginar lo que quiera.
Jesús
Aguirre fue, en palabras del propio Vicent un “auténtico personaje” que a lo
largo de esta particular “no” biografía se refleja en los espejos deformes de
la España de la segunda mitad Siglo XX.
Veinticinco
años después, Vicent ha publicado este libro, que no es desde luego una
biografía pero que pivota alrededor de la figura de Jesús Aguirre, un personaje
verdaderamente llamativo. Y creo que digo bien al llamarle personaje porque en
Aguirre hubo siempre, allí por donde pasó, un juego de representaciones
teatrales, máscaras, histrionismos, ocultaciones e imposturas, de modo que
nadie, o casi nadie, podía distinguir, entre brumas y veras, su auténtica
personalidad, sus ambiciones, dolores y sentimientos más genuinos.
El
simulador, el oficiante, el litúrgico, el cisne negro. “El magnífico” tenía
todos los atributos para ser la bestia negra en la sociedad de su tiempo: hijo
de madre soltera, cura secularizado –o renegado- y homosexual, suficiente para
ser sulfato entonces.
Más
que valorar el morbo, deberíamos enfocar “Aguirre,
el magnífico” desde otra perspectiva que recupere trayectoria de interés y
acerque al gran público entresijos de hondo calado. El caso de Aguirre es
especial e ilustra a la perfección ciertas constantes ibéricas que al salir a
la luz han imaginado la hueca cascara de la doble moral. Famosas que no quieren
micro y aceptan el juego porque esconden mucho más de lo que dicen ante las
cámaras. Para eso sirven las biografías, para iluminar y escarbar. Rasgarse las
vestiduras es el traje de los derrotados.
Era
un hombre brillante, ingenioso, sarcástico y malvado; de respuestas
imprevisibles y eruditas que marcaron la existencia de Jesús Aguirre y Ortiz de
Zárate.
¿Ficción
o realidad? A mí me da lo mismo: al final terminas satisfecho por haber leído
un relato que perfectamente podría ser una novela o que quizás lo és pero
Manuel Vicent se ha empeñado en hacer pasar por crónica, retrato literario o
amago de biografía.
Al
cerrar el libro, la atención recae sobre la imagen de la cubierta. El perro con
un lazo rojo en la pata, situado al lado de la Duquesa de Alba como el retrato
de Goya allí reproducido, vuelve en primer plano junto con el dálmata desdeñoso
y elegante de la editorial Taurus. Una combinación llamativa, como lo fue la
pareja de duques.
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