¿Recuerdas
la playa
revestida
de cristales amargos
sobre
los que
no
podíamos caminar descalzos?
¿El
modo en que
mirabas
el mar
y
decías que me escuchabas?
¿Recuerdas
las
gaviotas histéricas
girando
en el tañido
de
campanas de iglesias invisibles
y
los peces como santos patrones,
el
modo en que
corriendo,
te alejabas
hacia
el mar
y
me gritabas que te hacía falta
distancia
para
contemplarme?
La
nieve
se
apagaba
enredada
entre las aves
en
el mar;
con
una desesperanza casi alegre
yo
miraba
tus
huellas en el mar
y
el mar se cerraba como un párpado
sobre
el ojo, dentro del cual yo esperaba.
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