viernes, 21 de agosto de 2020

AJENO.




 



Largo se le hace el día a quien no ama

y él lo sabe. Y él oye ese tañido

corto y duro del cuerpo, su cascada

canción, siempre sonando a lejanía.

Cierra su puerta y queda bien cerrada;

sale y, por un momento, sus rodillas

se le van hacia el suelo. Pero el alba,

con peligrosa generosidad,

le refresca y le yergue. Está muy clara

su calle, y la pasea con pie oscuro,

y cojea en seguida porque anda

sólo con su fatiga. Y dice aire:

palabras muertas con su boca viva.

Prisionero por no querer, abraza

su propia soledad. Y está seguro,

más seguro que nadie porque nada

poseerá; y él bien sabe que nunca

vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,

¿cómo podemos conocer o cómo

perdonar? Día largo y aún más larga

la noche. Mentirá al sacar la llave.

Entrará. Y nunca habitará su casa.

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