Largo
se le hace el día a quien no ama
y
él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto
y duro del cuerpo, su cascada
canción,
siempre sonando a lejanía.
Cierra
su puerta y queda bien cerrada;
sale
y, por un momento, sus rodillas
se
le van hacia el suelo. Pero el alba,
con
peligrosa generosidad,
le
refresca y le yergue. Está muy clara
su
calle, y la pasea con pie oscuro,
y
cojea en seguida porque anda
sólo
con su fatiga. Y dice aire:
palabras
muertas con su boca viva.
Prisionero
por no querer, abraza
su
propia soledad. Y está seguro,
más
seguro que nadie porque nada
poseerá;
y él bien sabe que nunca
vivirá
aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo
podemos conocer o cómo
perdonar?
Día largo y aún más larga
la
noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará.
Y nunca habitará su casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario