sábado, 18 de junio de 2016

CÁRMIDES.





Tiene diecinueve años. Moreno, alto, muy grandes

los ojos. Después de la ducha, apenas envuelto

en una toalla azul, se dejó caer en el sillón del estudio.

Estiró los brazos a lo alto, como si se mirara

las velludas axilas, y las piernas hacia el suelo,

haciendo deslizarse, como un paño, la gran toalla.

El cuerpo brillaba largo, con el cabello revuelto

y tanto invisible fuego tan joven… Pensó:

¿cómo describiría él esta postura, que no he buscado?

Era verdad que no había intentado pose ninguna,

pero la respuesta sería: Una melancolía fuertemente

sensual. Seguro. Pues lo cierto era que pese al fulgor

del cuerpo húmedo, de los lánguidos ojos y del pubis

exacto y entrevisto, lo que sentía en ese momento

en su interior era solamente el pasar del tiempo…

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