Mi
madre no recuerda el nombre se su madre.
Ha
olvidado el camino de regreso a la vida,
no
sabe usar el peine, ni la cuchara,
se
pone, casi siempre, la chaqueta al revés
y
revuelve los cajones en su memoria,
pero
siempre sonríe al escuchar mi nombre.
Mi
madre no recuerda si tuvo algún amante,
si
ha viajado muy lejos, si ha perdido algún tren,
dónde
están sus anillos, si alguna vez fue guapa,
que
le gustaba tanto el Chinchón y el café,
que
las letras unidas tienen significado
y
que el perro que amaba nos dejó ya hace un mes.
Mi
madre me recuerda, sin amargura,
lo
que yo he olvidado tan tontamente,
la
oración de su abuela que me dormía
las
canciones de cuna que me cantaba,
y
unas romanzas moras que, en letanía,
desgrana
mirando por la ventana.
Mi
madre y yo sujetamos recuerdos olvidados
como
podemos, a veces con dolor,
otras
con risas, siempre con esperanza.
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