—
¿Quién eres tú?
—La
Muerte.
—
¿Es que vienes por mí?
— Hace
ya tiempo que camino a tu lado.
— Ya
lo sé.
— ¿Estás
preparado?
—El
espíritu está pronto, pero la carne es débil. Espera un momento.
—Es
lo que todos decís, pero yo no concedo prorrogas.
—Tú
juegas al ajedrez, ¿verdad?
—
¿Cómo lo sabes?
— Lo
he visto en pinturas y lo he oído en canciones.
— Pues
sí, realmente soy un excelente jugador de ajedrez.
— No
creo que seas tan bueno como yo.
— ¿Para
qué quieres jugar conmigo?
— Es
cuenta mía.
— Por
supuesto.
— Juguemos
con una condición, si me ganas me llevarás contigo, si pierdes la partida me
dejarás vivir.
— Las
negras para ti.
— Era
lo lógico, ¿no te parece?
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