sábado, 2 de julio de 2016

REFUGIO.


 



Las costillas del tiempo se adormecen,

para qué la insistencia de seguir preguntando.

Hay un reloj que toma copas en la barra de un bar,

mira al hombre que lleva por la mano, bosteza sin consuelo,

da las diez igual que hace un buen rato dio las nueve,

como dará las once si todo sigue igual.

En el vaso de alcohol

una lágrima lucha por mantenerse a flote.

Puedo ponerme triste y hacer juegos

con el resto de líquido

que sobre el mostrador dejan los vasos,

pero no es necesario,

por qué insistir en este juego de la desesperanza.

Prefiero que el reloj, o las manos, o el filo de mi barba,

se tomen otra copa a mi salud,

que el tiempo siga un poco borracho y se adormezca.

Será  mucho mejor

que cuando venga el dueño y diga que ya van a cerrar,

se hayan ahogado las preguntas

y las lágrimas sepan a cerveza.

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