viernes, 21 de diciembre de 2012

LA EXPERIENCIA.

 
Ilustración Pascal Chove.
 
 
Todas sus lágrimas las reservaba para los indefensos.  
-¿Aún llora?
-Cuando duermo. En ocasiones me despierto con la almohada empapada, lo cual nada tiene que ver con el miedo, sino con la amargura.
-Mientras lo tenga en la memoria, continuará con vida…
La intención era servirle de consuelo, pero evidentemente no consiguió el efecto deseado, puesto que al dueña de la casa le respondió en tono despectivo.
-¡No me vuelva con bobadas y lugares comunes…! –dijo-. Supuse que con su experiencia sería capaz de explicarme por qué razón un determinado rostro, un casa, una escena, un instante sin aparente importancia se nos graba, no obstante, en la memoria para regresar a nuestra mente demasiado a menudo, mientras otras cosas en verdad importantes se olvidan. Pero tengo la impresión de que no lo sabe.
-No creo que nadie lo sepa.
-¿De qué le sirve entonces la experiencia?
-Para admitirlo… -replicó casi al instante-. La experiencia nos devuelve a lugares conocidos, nos conduce a aquellos que hubiéramos deseado conocer y demuestra que nos hemos quedado a mitad de camino; tener el valor de reconocerlo o no, ya es otra cosa.
-Por lo que veo, usted lo tiene.
-Eso no se llama valor, se llama resignación, quería amiga. Mi meta se quedó tan lejos que ni con otra vida igual de larga la cruzaría, pero no estamos aquí para hablar de fracasos, sino para que me continúe hablando…
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario