domingo, 27 de agosto de 2023

LABERINTO DE HILO.

  

Un ovillo en lugar de corazón.

Un ovillo que sólo quien lo amase
podría deshilar.

Hilos de luz,
hilos de voz remota,
que atan cuerpos y sedes,
heridas heredadas,
en lento laberinto umbilical.

Un ovillo en lugar del corazón,
Narciso se ha perdido en su sediento
laberinto de hilo.
 
Y se dice en silencio:
¡Ojalá yo no fuera el Minotauro!

sábado, 26 de agosto de 2023

EXISTE EN MI FAMILIA LA COSTUMBRE.

  
Ilustración autor desconocido.


Existe en mi familia la costumbre
de guardar en lo más alto del armario
los recuerdos de quienes ya no están

ni de puntillas
sobre mi propia estatura de niño
no llegaba hasta mi abuelo

de ella guardo
un anillo y alguna fotografía

en el cajón de mi mesita de noche
sólo he de agacharme
 

viernes, 25 de agosto de 2023

DESOLACIÓN.

 
 
Estos días amargos -hablo en serio-,
cuando el dolor asfixia y uno quiere morir
para no ver los dientes a la vida,
cuando ni la ironía es una arma certera
ni el vino trae olvidos,
yo pagaría oro, vendería mi alma,
por volverme otra vez
niño de calzón corto saliendo de la escuela
camino de los brazos de mi madre.
 

domingo, 20 de agosto de 2023

HOY RECUERDO TU CUERPO INCLINADO SOBRE MI SOLEDAD.



Hoy recuerdo tu cuerpo inclinado sobre mi soledad
El jardín de naranjos en que nacía tu voz
y aprendían nuestros labios el peso de la tarde
Te reconstruyo bajo una tarde igual
veo tu desnudo intacto, tu sonrisa perfecta
tu palabra sumisa bajo el viento floral que te habitaba
y tus abiertas manos nostálgicas de niebla,
brisa opaca bajo el sol declinante
De nuevo mis manos te conocen
El aire es la materia
que suple tus ausencias.
 

sábado, 19 de agosto de 2023

DESNUDA.


 
En innumerables ocasiones le había desnudado en su mente
En un alto porcentaje de ellas no le había quitado la ropa, solo 
la coraza.
No recuerda el instante, pero hacía tiempo que cuando la miraba
no veía piel, senos, caderas ni piernas. Desfilaban sueños, miedos 
y esperanzas
Así nunca supo a quien deseaba más: si a la niña que reía maliciosa
con cualquier ocurrencia o la mujer que serena hablaba
de lo terrenal y divino.
Desde luego, él la había desnudado.
 

viernes, 18 de agosto de 2023

UNA CANCIÓN LEJANA.

 
-Napoleón Lapathiotis-
 
Apenas se abrían los pétalos del alba,
una canción lejana, al fondo de la calle,
pasó lenta, como si no tocara la tierra,
a través de mi ventana.
 
Y apenas desperté de mi profundo sueño,
como encantado volví mi cabeza a los sonidos
y creí que era la voz de un niño perdido
que se acordaba otra vez de mí…
 
La oí apasionada caminar en la calle,
y cuando se perdió a lo lejos, mis párpados se cerraron
y mis ojos se llenaron de lágrimas
-acaso de alegría…
 

lunes, 14 de agosto de 2023

LA LIBRERA DE PARÍS. Kerri Maher.

Si, como a mí, os interesa los libros sobre libros y la intrahistoria de la publicación de novelas, seguro que la historia de Sylvia Beach no os decepcionará. La protagonista os trae el título: “La librera de París” de Kerri Maher.
 
SINOPSIS: Una novela sobre la epopeya de la fundación y apogeo de una de las librerías más míticas del mundo. Un canto emocionante al oficio de librero y a la literatura universal.
Cuando Sylvia Beach, una joven americana amante de los libros, abre Shakespeare and Company en una tranquila calle en el París de 1919, no tiene ni idea de que cambiará el curso de la literatura.
Shakespeare and Company es mucho más que una librería. Hemingway y muchos de los escritores de la Generación Perdida la consideran su segunda casa. Allí también se forjan algunas de las amistades literarias más importantes del siglo XX, como la de James Joyce con la misma Sylvia. Cuando la controvertida novela de Joyce, Ulysses, es prohibida, Beach decide publicarla bajo la protección de Shakespeare and Company.Pero el éxito y la fama que conllevan publicar la novela más controvertida e influyente del siglo tiene unos costes muy altos: la rivalidad de otros editores que quieren a Joyce para ellos. Sus relaciones más queridas son puestas a prueba mientras París cae en la Gran Depresión. Ante una gran crisis personal y financiera, Sylvia debe decidir qué significa para ella Shakespeare and Company.
 
La novela propone un viaje a un tiempo y la efervescencia de la cultura del París de los años veinte. La capital francesa entre guerras, escenario de un dinamismo literario envidiable donde conviven los autores autóctonos con exiliados norteamericanos.
La novela arranca cuando Sylvia todavía es una muchacha que acaba de instalarse en París. Cruza el Pont Neuf y se adentra en el Barrio Latino. Pero hay paseos que pueden cambiar una vida. Y hasta la historia de la literatura. Ese día Sylvia se dio de bruces con “La Maison des Amics des Livres” y con su destino y quien la incitó a que abriera una librería con ejemplares en inglés para venderlos o prestarlos, pues eran pocos los escritores que podían permitirse según que lujos. “La Maison” era la librería regentada por Adrienne Monnier. La amistad fue inmediata. El amor vendría después. Y el otro amor, el de los libros, marcaría la vida de estas dos mujeres valientes. Las dos convirtieron a la rue de l’Odéon en el hogar y punto de encuentro de todos los artistas de aquellos años.
A partir de ese momento, comienza la extraordinaria aventura de la que sigue siendo la librería más famosa del mundo: “Shakespeare and Company” -17 noviembre 1914 a finales de 1941-. Y, como si de una obra de teatro se tratara, a su pequeño establecimiento llegan los protagonistas de una realidad que más bien parece una ficción.
Con una gran sentido de la elipsis, adictiva, emocionante, sin adornos innecesarios pero con esperanza, la tensión vivida durante todo el libro, os explica los momentos culminantes del encuentro entre los dos personajes, sin dejar de lado a los secundarios imprescindibles, ni la crítica social, ni las relaciones personales, peculiares, pero terriblemente humanas, a pesar de la época. Así como, el repaso a los hechos históricos que abocaron al mundo y que tanto se parecen a situaciones actuales.
 
Se trata de un texto a medio camino entre la novela y el ensayo, en el que la escritora estadounidense ha logrado construir un fresco inigualable de una librería, una ciudad y una época esenciales.
Kerri Maher noveliza unos acontecimientos primordiales para la historia de la literatura del S. XX.
De entre todos los episodios de una vida memorable, la autora, elige éste para vertebrar la novela.
Consigue la autora transportaros a esa ciudad única en un libro que dibuja con certeza y poética una época irrepetible. Absorbente e hipnótico, puede que quien los lea sienta el deseo irrefrenable de visitar “Shakespeare and Company”.
Con un estilo sencillo te muestra la vida que envuelve los procesos intelectuales y cotidianos de los protagonistas Sylvia Beach, James Joyce y Adrienne Monnier para mostrar las inexcusables relaciones entre vida y literatura.
La autora no se limita solo a las circunstancias de la época, si no que describe la ilusión que provoca la fundación como el día a día de la librería: olor de los libros, el placer de la lectura, la pasión por la posesión y por la divulgación. “La librera de París” no solo es una novela para los amantes de las buenas historias, también gustará a aquellos que adoran los libros.
Con una prosa que acaba subyugando, los hilos de unas vidas que se irán enredando en una madeja de recuerdos, anhelos, rencores, emociones que parecían perdidas y otras que, con suerte, podrán ser recuperados.
Una obra mágica y cautivadora, veraz, desgarradora y, aun sin caer en la trampa de hundir el dedo en la llaga, consigue atrapar en un sueño, aquel que las musas y un gran trabajo de documentación le concedieron para que fuese compartido con los lectores.
 
Quiero señalar que me han gustado los inconfundibles personajes femenino Sylvia Beach y Adrienne Monnier con una trayectoria sugerente, ya que, exploran los rincones más secretos y políticamente incorrectos de la naturaleza femenina.
Os toparéis con una novela intimista, de personajes que se aman, que se quieren en presencia o en ausencia, de seres humanos que saben que el tejido de los afectos es lo más importante que tendrán.
La librería más famosa de la historia, la mujer que convirtió un local en la orilla izquierda del Sena, el tempo libresco para los expatriados americanos, merecía inspirar una ficción basada en hechos tan reales como asombrosos.
Paralela a la historia anterior, se encuentra la historia competidora y terminante. Sylvia era una mujer gay en el París de 1920 y tuvo una relación con Adrienne, librera y escultora, una artista emergente en aquel momento. El mundo de ambas, lo crearon, como una joven pareja convencional en el París de 1920. Se trataba de estar fuera de las normas y el resurgir del empoderamiento femenino. Sin frenos morales y el cosmopolitismo.
Por otro lado, la profundidad psicológica, sagaz y certera que emplea Kerri Maher para desnudar a sus personajes, unida a su destreza narrativa y estilística, consigue impresionar y embaucar el lector secuestrándolo dentro de la historia.
Por el libro cruzan todos los personajes importantes, artistas, escritores, editores de la primera década del Siglo XX, un tipo convulso: Scott Fitzgerald, Zelda, Hemingway, Ezra Pound, Gertrude Stein, T.S. Eliot, y por supuesto Joyce, son los nombres más relevantes pero no los únicos de “La generación perdida”. Entre ellos hay tanta rivalidad, como relaciones de afecto y admiración. Sus historias personales se entrecruzan y se mezclan con su producción literaria y artística, confluyen en ese momento crucial de la historia de Europa que es el período comprendido entre la primera y la segunda guerras mundiales.
 
Kerri Maher ha escrito una novela extraordinaria para que los lectores viajemos en el tiempo y nos adentremos en el universo de “Shekespeare and Company”, que ya es un poco nuestro. 

domingo, 13 de agosto de 2023

UN VIAJE DE NOVIOS.

 

Sale el tren de la estación de Balagore, del ferrocarril Nicolás. En un vagón de segunda clase, de los destinados a fumadores, dormitan cinco pasajeros. Habían comido en la fonda de la estación, y ahora, recostados en los cojines de su departamento, procuran conciliar el sueño. La calma es absoluta. Se abre la portezuela y penetra un individuo alto, derecho como un palo, con sombrero color marrón y abrigo de última moda. Su aspecto recuerda el de ese corresponsal de periódico que suele figurar en las novelas de Julio Verne o en las operetas. El individuo se detiene en la mitad del coche, respira fuertemente, se fija en los pasajeros y murmura: «No, no es aquí… ¡El demonio que lo entienda! Me parece incomprensible…; no, no es éste el coche».
 
Uno de los viajeros le observa con atención y exclama alegremente:
 
-¡Iván Alexievitch! ¿Es usted? ¿Qué milagro le trae por acá?
 
Iván Alexievitch se estremece, mira con estupor al viajero y alza los brazos al aire.
 
-¡Petro Petrovitch! ¿Tú por acá? ¡Cuánto tiempo que no nos hemos visto! ¡Cómo iba yo a imaginar que viajaba usted en este mismo tren!
 
-¿Y cómo va su salud?
 
-No va mal. Pero he perdido mi coche y no sé dar con él. Soy un idiota. Merezco que me den de palos.
 
Iván Alexievitch no está muy seguro sobre sus pies, y ríe constantemente. Luego añade:
 
-La vida es fecunda en sorpresas. Salí al andén con objeto de beber una copita de coñac; la bebí, y me acordé de que la estación siguiente está lejos, por lo cual era oportuno beberme otra copita. Mientras la apuraba sonó el tercer toque. Me puse a correr como un desesperado y salté al primer coche que encontré delante de mí. ¿Verdad que soy imbécil?
 
-Noto que está usted un poco alegre -dice Petro Petrovitch-. Quédese usted con nosotros; aquí tiene un sitio.
 
-No, no; voy en busca de mi coche. ¡Adiós!
 
-No sea usted tonto, no vaya a caerse al pasar de un vagón a otro; siéntese, y al llegar a la estación próxima buscará usted su coche.
 
Iván Alexievitch permanece indeciso; al fin suspira y toma asiento enfrente de Petro Petrovitch. Se halla agitado y se encuentra como sobre alfileres.
 
-¿Adónde va usted, Iván Alexievitch?
 
-Yo, al fin del mundo… Mi cabeza es una olla de grillos. Yo mismo ignoro adónde voy. El Destino me sonríe, y viajo… Querido amigo, ¿ha visto usted jamás algún idiota que sea feliz? Pues aquí, delante de usted, se halla el más feliz de estos mortales. ¿Nota usted algo extraordinario en mi cara?
 
-Noto solamente que está un poquito…
 
-Seguramente, la expresión de mi cara no vale nada en este momento. Lástima que no haya por ahí un espejo. Quisiera contemplarme. Palabra de honor, me convierto en un idiota. ¡Ja!, ¡ja!, ¡ja!, ¡ja! Figúrese usted que en este momento hago mi viaje de boda. ¿Qué le parece?
 
-¿Cómo? ¿Usted se ha casado?
 
-Hoy mismo he contraído matrimonio. Terminada la ceremonia nupcial, me fui derecho al tren.
 
Todos los viajeros lo felicitan y le dirigen mil preguntas.
 
-¡Enhorabuena! -añade Petro Petrovitch-. Por eso está usted tan elegante.
 
-Naturalmente. Para que la ilusión fuese completa, hasta me perfumé. Me he dejado arrastrar. No tengo ideas ni preocupaciones. Sólo me domina un sentimiento de beatitud. Desde que vine al mundo, nunca me sentí feliz.
 
Iván Alexievitch cierra los ojos y mueve la cabeza. Luego prorrumpe:
 
-Soy feliz hasta lo absurdo. Ahora mismo entraré en mi coche. En un rincón del mismo está sentado un ser humano que se consagra a mí con toda su alma. ¡Querida mía! ¡Ángel mío! ¡Capullito mío! ¡Filoxera de mi alma! ¡Qué piececitos los suyos! Son tan menudos, tan diminutos, que resultan como alegóricos. Quisiera comérmelos. Usted no comprende estas cosas; usted es un materialista que lo analiza todo; son ustedes unos solterones a secas; al casarse, ya se acordarán de mí. Entonces se preguntarán: ¿Dónde está aquel Iván Alexievitch? Dentro de pocos minutos entraré en mi coche. Sé que ella me espera impaciente y que me acogerá con fruición, con una sonrisa encantadora. Me sentaré al lado suyo y le acariciaré el rostro…
 
Iván Alexievitch menea la cabeza y se ríe a carcajadas.
 
-Pondré mi frente en su hombro y pasaré mis brazos en torno de su talle. Todo estará tranquilo. Una luz poética nos alumbrará. En momentos semejantes habría que abrazar al universo entero. Petro Petrovitch, permítame que lo abrace.
 
-Como usted guste.
 
Los dos amigos se abrazan, en medio del regocijo de los presentes. El feliz recién casado prosigue:
 
-Y para mayor ilusión beberé un par de copitas más. Lo que ocurrirá entonces en mi cabeza y en mi pecho es imposible de explicar. Yo, que soy una persona débil e insignificante, en ocasiones tales me convierto en un ser sin límites; abarco el universo entero.
 
Los viajeros, al oír la charla del recién casado, cesan de dormitar. Iván Alexievitch se vuelve de un lado para otro, gesticula, ríe a carcajadas, y todos ríen con él. Su alegría es francamente comunicativa.
 
-Sobre todo, señor, no hay que analizar tanto. ¿Quieres beber? ¡Bebe! Inútil filosofar sobre si esto es sano o malsano. ¡Al diablo con las psicologías!
 
En esto, el conductor pasa.
 
-Amigo mío -le dice el recién casado-, cuando atraviese usted por el coche doscientos nueve verá una señora con sombrero gris, sobre el cual campea un pájaro blanco. Dígale que estoy aquí sin novedad.
 
-Perfectamente -contesta el conductor-. Lo que hay es que en este tren no se encuentra un vagón doscientos nueve, sino uno que lleva el número doscientos diecinueve.
 
-Lo mismo da que sea el doscientos nueve que el doscientos diecinueve. Anuncie usted a esa dama que su marido está sano y salvo.
 
Iván Alexievitch se coge la cabeza entre las manos y dice:
 
-Marido…, señora. ¿Desde cuándo?… Marido, ¡ja!, ¡ja!, ¡ja! Mereces azotes… ¡Qué idiota!… Ella, ayer, todavía era una niña…
 
-En nuestro tiempo es extraordinario ver a un hombre feliz; más fácil parece ver a un elefante blanco.
 
-¿Pero quién tiene la culpa de eso? -replica Iván Alexievitch, extendiendo sus largos pies, calzados con botines puntiagudos-. Si alguien no es feliz, suya es la culpa. ¿No lo cree usted? El hombre es el creador de su propia felicidad. De nosotros depende el ser felices; mas no quieren serlo; ello está en sus manos, sin embargo. Testarudamente huyen de su felicidad.
 
-¿Y de qué manera? -exclaman en coro los demás.
 
-Muy sencillamente. La Naturaleza ha establecido que el hombre, en cierto período de su vida, ha de amar. Llegado este instante, debe amar con todas sus fuerzas. Pero ustedes no quieren obedecer a la ley de la Naturaleza. Siempre esperan alguna otra cosa. La ley afirma que todo ser normal ha de casarse. No hay felicidad sin casamiento. Una vez que la oportunidad sobreviene, ¡a casarse! ¿A qué vacilar? Ustedes, empero, no se casan. Siempre andan por caminos extraviados. Diré más todavía: la Sagrada Escritura dice que el vino alegra el corazón humano. ¿Quieres beber más? Con ir al buffet, el problema está resuelto. Y nada de filosofía. La sencillez es una gran virtud.
 
-Usted asegura que el hombre es el creador de su propia felicidad. ¿Qué diablos de creador es ése, si basta un dolor de muelas o una suegra mala para que toda su felicidad se precipite en el abismo? Todo es cuestión de azar. Si ahora nos ocurriera una catástrofe, ya hablaría usted de otro modo.
 
-¡Tonterías! Las catástrofes ocurren una vez al año. Yo no temo al azar. No vale la pena hablar de ello. Me parece que nos aproximamos a la estación…
 
-¿Adónde va usted? -interroga Petro Petrovitch-. ¿A Moscú, o más al Sur?
 
-¿Cómo, yendo hacia el Norte, podré dirigirme a Moscú, o más al Sur?
 
-El caso es que Moscú no se halla en el Norte.
 
-Ya lo sé. Pero ahora vamos a Petersburgo -dice Iván Alexievitch.
 
-No sea usted majadero. Adónde vamos es a Moscú.
 
-¿Cómo? ¿A Moscú? ¡Es extraordinario!
 
-¿Para dónde tomó usted el billete?
 
-Para Petersburgo.
 
-En tal caso lo felicito. Usted se equivocó de tren.
 
Transcurre medio minuto en silencio. El recién casado se levanta y mira a todos con ojos azorados.
 
-Sí, sí -explica Petro Petrovitch-. En Balagore usted cambió de tren. Después del coñac, usted cometió la ligereza de subir al tren que cruzaba con el suyo.
 
Iván Alexievitch se pone lívido y da muestras de gran agitación.
 
-¡Qué imbécil soy! ¡Qué indigno! ¡Que los demonios me lleven! ¿Qué he de hacer? En aquel tren está mi mujer, sola, mi pobre mujer, que me espera. ¡Qué animal soy!
 
El recién casado, que se había puesto en pie,se desploma sobre el asiento y se revuelve cual si le hubieran pisado un callo.
 
-¡Qué desgraciado soy! ¡Qué voy a hacer ahora!…
 
-Nada -dicen los pasajeros para tranquilizarlo-. Procure usted telegrafiar a su mujer en alguna estación, y de este modo la alcanzará usted.
 
-El tren rápido -dice el recién casado-. ¿Pero dónde tomaré el dinero, toda vez que es mi mujer quien lo lleva consigo?
 
Los pasajeros, riendo, hacen una colecta, y facilitan al hombre feliz los medios de continuar el viaje.