Estos días amargos -hablo en serio-,
cuando el dolor asfixia y uno quiere morir
para no ver los dientes a la vida,
cuando ni la ironía es una arma certera
ni el vino trae olvidos,
yo pagaría oro, vendería mi alma,
por volverme otra vez
niño de calzón corto saliendo de la escuela
camino de los brazos de mi madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario