Y una mañana apareciste sorpresivamente
bajo un sol ardiente y rojo de enero…
Apareciste con la delicadeza mansa y
suave que te enmarca y te enarbola bajo un halo de solemnidad…
Apareciste haciéndome saber sobre tu
bondadoso y apacible sentimiento, rebalsado de alquimias indescriptibles…
Apareciste con la profundidad de tu
mirada donde puedo y me permites perderme cada vez que me reflejo en ella…
Apareciste con una sutileza envolvente,
capaz de hacerme viajar a lugares inesperados…
Apareciste con todas las fuerzas y el
ímpetu de un Amor nuevo y energizado hecho carne y pasión…
Apareciste como aparecen los hechizos,
detrás de una nube con forma de corazón…
Apareciste amándome como quien ama
descaradamente de un sólo impulso y para siempre…
Apareciste con tu voz tierna y sabia,
voz colgada de un arpegio de sonidos de cuerdas…
Apareciste con una dulzura única y una
clavada presencia de seguridad en cada una de tus palabras…
Apareciste con un sin fin de maravillas
y propuestas salientes de tus manos dadoras de vida…
Apareciste con la verborragia de un
enamorado destellando amor incondicional…
Apareciste con tu elixir de amante
fuego, sellando y marcando cada una de mis zonas somnolientas de amor…
Y estás… apareciendo, impulsando,
movilizando, buscando los destellos de un amor incandescente; incandescente de
luces que solo pueden ser espejo de una mejor y placentera vida.
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