Para
el curioso lector de este blog supongo que se habrá dado cuenta que leo con
absoluta libertad. A veces me dejo llevar de la intuición, otras de una
referencia de alguna revista literaria, otras muchas por la sugerencia de
alguien…
Quizá
esta reseña de hoy me salga algo extraña, pero es que el libro en cuestión no
es muy normal."De pronto entendí que siempre había estado solo, que nunca había podido contar con mis padres ni con un Dios al que encargar la búsqueda de soluciones (...). Ayer (...) llegué a la conclusión de que esa carga me corresponde sólo a mí. Y de que mis aciertos y errores son responsabilidad mía y sólo mía. He necesitado sesenta años para verlo".
SINOPSIS:
Adrián Ardévol necesita hacer acopio de sus recuerdos, de todos ellos. Por eso
quiere empezar por el principio, por la historia de su infancia, de sus padres,
de la tienda de antigüedades y del terreno vedado del despacho de Félix
Ardévol. Las tardes aburridas de domingo, el poco cariño que se respiraba en
casa, la Lola Chica, el consuelo del sheriff Carson y de Águila Negra, un
violín único instrumento de la certeza de sentirse culpable por la horrible
muerte de su padre. Pero la historia de Adrián es también la historia de un
antiquísimo odio entre Brocias y Muredas, de un monje arrepentido por la
confesión de una inocente deshonrada que se suicida, de un hombre único con más
de diez hermanos que sabe escuchar el susurro de la madera, de un maestro
Storioni que renuncia al amor de su vida por el secreto de un violín único, de
un seminarista que huye de Roma dejando atrás a un ángel. Adrián escribe sin
parar, confiesa hasta el último recuerdo de su vida.
Yo
confieso
es una sucesión de muñecas rusas en donde cada historia esconde otras. Destaca
el vaivén de las historias, la perfecta coreografía de traerlas a primer plano
o difuminarlas a un segundo o a un tercero con un toque genial de escritura. El
lector tiene la sensación de que la historia despega de las páginas y viene a
su encuentro para después volverse a perder en el libro y reaparecer de nuevo
unos capítulos más allá. Así las diferentes vidas se suceden, vienen y van, se
entrelazan, siempre con la voz y el pensamiento de Adrián pero siempre
distintas y pobladas de personajes y de injusticia que el lector percibe como un mar de fondo que
amenaza con tragarse todo.
Por
momentos me he encontrado perdido y aún sigo desorientado tras finalizar su
lectura. Un novela monumental ante la que descubrirse, pero difícil, muy
difícil de comentar y sobre la que cada uno tendrá sus propias impresiones. La
mía es que me ha impactado pero no sabría decir a ciencia cierta si positiva o
negativamente. Lo primero que me viene a la mente es que se requiere mucha
templanza y muchas ganas para leerlo y asimilar su contenido.
Confieso
que me costó engancharme a la novela, que el batiburrillo de líneas temporales
y de personajes del inicio me tuvo algo confundido, desconcertado y por momentos
hasta abrumado. La voz del protagonista Adrià
Ardèvol me parecía poco forzada y artificial sobre todo en la época
infantil. He de decir que me asustaba incluso el grosor del volumen a pesar de
las casi mil páginas me aburrió un poco, y me saturó, mantiene un ritmo de lectura agradable.
Aún
teniendo el libro un protagonista claro, Adriá, no podemos olvidarnos de todos
los demás, en ocasiones con nombres parecidos, lo cual ayuda a la hora de
perderse en un libro que ya de por sí tiene una estructura bastante compleja.
Vivir unas cinco épocas diferentes y conocer a tantos personajes no se hace
fácil cuando los cambios no van avisados, es una historia para disfrutar con mucha atención.
Puede
que lo dicho hasta ahora os eche para atrás, pero una vez salvados los obstáculos
y entendido que no es un libro común, podemos
empezar a disfrutar de una historia que se abre como un acordeón.
Yo
confieso es un libro que me ha gustado, no tanto como esperaba, y en mi humilde
opinión habría podido escribirse en la mitad de las páginas.
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