jueves, 11 de octubre de 2012

INTIMIDAD SOSEGADA.



Leí un poema de Edward Hirsch sobre la felicidad que termina con estos versos:
“Mi cabeza es como la luz celeste. / Mi corazón es como el amanecer.”

Ilustración Helen Sear.

Creo que a veces, no siempre, cuando oigo música, mi cabeza es como la luz celeste. Sin ningún esfuerzo por mi parte, me sobreviene la dicha. No me sucede a menudo, pero soy feliz cuando estoy en intima comunión con las notas y esa sensación de felicidad. A veces creo que con eso me basta, con los pocos momentos de éxtasis en una vida de grisura. Las montañas no existirían sin los valles. Para mí esos episodios, ese solaz inmenso, son como una ópera de Wagner. La historia arranca, la tensión aumenta, la música fluye y refluye, las cuerdas, los metales, más tensión, y de pronto un momento de pura felicidad. Gabriel hace sonar su trompeta dorada, un perfume de ambrosía impregna el aire, y los dioses descienden del Olimpo y danzan. Esta cumbre de éxtasis es de la más celestial.
¿Por qué empeñarse en ser diferente de la gente normal? ¿Por qué iba a querer ser normal?

Ilustración Ravski.

Ay, pobre vanidad de carne y hueso llamada hombre, 
¿no ves que no tienes absolutamente ninguna importancia?

En esos momentos dejo de ser quien soy, y sin embargo soy plenamente yo mismo, en cuerpo y alma. En esos momentos sanan todas mis heridas.
Sentado en el sillón de mi salón, no quiero que mi vida sea diferente. Estoy donde necesito estar. El gozo ensancha mi corazón. Llamadlo felicidad, llamadlo éxtasis, llamadlo como queráis. Me siento santificado. Me serena, distiendo dulcemente mi cuerpo; suspendiendo en la noción del tiempo. Estableciendo una intimidad sosegada, una fusión espacio-temporal, una combinación perfecta.
En ocasiones pienso que basta con eso, que soy afortunado.
La mayoría de las veces pienso que sufro delirios. “Vanitas vanitatum omnia vanitas”.
¿Acaso un alma sensible no es simplemente un medio de transformar una carencia en desdén orgulloso?


Ilustración Bela Kadar.

 LA LUZ.

Esa llegada de la luz que descansa en la frente.
¿De dónde llegas, de dónde vienes, amorosa forma que siento respirar,
que siento como un pecho que encerrara una música,
que siento como el rumor de unas arpas angélicas,
ya casi cristalinas como el rumor de los mundos?

Fragmento del poema de Vicente Aleixandre.

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