“Que mi voz suba a los montes/ y baje a la tierra y truene,/ eso pide mi garganta/ desde ahora y desde siempre”.
Hace 71 años murió Miguel Hernández, con tan solo 31 años, en la enfermería de la prisión de Alicante. Su condena a muerte durante el franquismo ha llegado a la ONU. Dramaturgo y poeta español que cantó a la vida y a la libertad.
El suyo fue un pensamiento claro frente a la democracia y contra el autoritarismo, la fuerza y la injusticia, la Guerra Civil. Una de las tantas ideas de este poeta de quien en 2010 se conmemoró el centenario de su nacimiento en Orihuela (Alicante). Hernández falleció de tuberculosis el 28 de marzo de 1942 en el Reformatorio de Adultos de Alicante tras haber padecido un calvario de persecusión por parte del franquismo, pues estuvo en varias prisiones por haber defendido la República.
Ilustración Mihai Criste.
EL HOMBRE NO REPOSA ...
El hombre no reposa: quien reposa es su
traje
cuando, colgado, mece su soledad con viento.
Mas, una vida incógnita
como un vago tatuaje
mueve bajo las ropas dejadas un aliento.
El
corazón ya cesa de ser flor de oleaje.
La frente ya no rige su potro, el
firmamento.
Por más que el cuerpo, ahondando por la quietud, trabaje,
en
el central reposo se cierne el movimiento.
No hay muertos. Todo vive:
todo late y avanza.
Todo es un soplo extático de actividad moviente.
Piel
inferior del hombre, su traje no ha expirado.
Visiblemente inmóvil, el
corazón se lanza
a conmover al mundo que recorrió la frente.
Y el universo
gira como un pecho pausado.
EL RAYO QUE NO CESA.
Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
que mancha con su lengua cuanto lame.
Soy un triste instrumento del camino.
Soy una lengua dulcemente infame
a los pies que idolatro pegada.
Como un nocturno buey de agua y barbecho
que quiere ser critatura idolatrada,
embisto a tus zapatos y a sus alrededores,
y hecho de alfombras y de besos hecho
tu talón que me injuria beso y siembro de flores. (...)
EL RAYO QUE NO CESA.
Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
que mancha con su lengua cuanto lame.
Soy un triste instrumento del camino.
Soy una lengua dulcemente infame
a los pies que idolatro pegada.
Como un nocturno buey de agua y barbecho
que quiere ser critatura idolatrada,
embisto a tus zapatos y a sus alrededores,
y hecho de alfombras y de besos hecho
tu talón que me injuria beso y siembro de flores. (...)
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