En un lugar no muy lejano, donde los coches son trineos, donde en los parques se patina y las casas son de hielo, vivía el pequeño Kaal. Alegre, como todas las noches, soñaba que por el día era un explorador que resbalaba con su trineo por pequeñas colinas y altas montañas. Ese día intentaría dar una sorpresa a su familia preparando él mismo una gran comida: ¡Un pez que él mismo pescaría!
Por
la noche, soñando en silencio para no despertar a Ianna, su hermanita, salió
rumbo al mar con su caña de pescar, un buen abrigo para espantar al frío y unos
cuantos gusanitos para poder atrapar a los peces con más facilidad. Pero al
llegar, el mar le tenía preparada una sorpresa a Kaal:
- ¡Oh! ¡El invierno ha llegado y a los ríos, a
los mares y a los estanques, ha congelado! - descubrió el pequeño, muy triste.
Pensó
que podría pescar, con cuidado, bajo un suelo helado. Y pasito a pasito se
adentró en medio del océano. Como los osos, poco a poco, consiguió hacer un
agujerito y esperó durante mucho rato que algún pescado mordisqueara al
gusanito. Y cuando Kaal comenzaba a aburrirse, la caña se movió y notó que algo
grande, muy grande, intentaba escaparse:
No
había pescado a un pez gigante. Era una familia de peces con una fuerza de mil
elefantes:
-
¡Basta de trampas. No nos pescarás. Aquí somos felices, nadando en libertad! -
le protestaron.
Kaal,
algo asustado, intentaba escaparse pero tan sólo se hundía más y más hacia un
hermoso lugar de corales y barcos perdidos, donde las focas danzaban con
cangrejos y las ballenas jugaban con divertidos pingüinos. Un tiburón martillo,
dos caracolas y tres orcas dormían sobre conchas vacías. Pero aunque todo era
muy bonito, Kaal tenía mucho frío y deseaba volver a su lugar: donde los coches
son trineos; donde en los parques se patina y las casas son de hielo.
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