Sus rostros abrumados por su reencuentro, se convirtieron en un par de sonrisas sin sentido. Al mirarlo, tan tierna, tan humilde, tan sencillo; él tan solo corrió a rodearlo con sus brazos, a brindarle todo el amor que sentía por aquel joven y que no cabía en su corazón; fue ahí donde entendieron, que por más discusiones y mal entendidos, siempre se hallarían uno junto al otro. Tan solo eran un par de locos enamorados del mundo, compartiendo sus aventuras, disfrutándolas con el pasar de las horas, de los días, de los meses. Eran diferentes, no coincidían con frecuencia en sus decisiones, pero tenían algo en común, darían todo por la compañía del otro, por sus risas infinitas, por sus roces, por sus besos apasionados. Más que perderse en caricias, más que volverse uno con su piel encendida, él lo miraba fijamente, y eso era amor.
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