martes, 18 de agosto de 2020

AGUIRRE, EL MAGNÍFICO. Manuel Vicent.


Sea cual sea la materia que un escritor se traiga entre las manos, lo definitivo es acertar con la forma. Al fin y al cabo, no le falta razón a Flaubert al decir que: “la literatura es un castillo de palabras que se sostiene por sí solo”. Manuel Vicent da en la diana.
Para contar la magnificencia de una vida, es preciso saber leer en el alma humana. No caben dudas de la capacidad de Manuel Vicent de penetrar en las profundidades de su inmensidad interior y vuelve a demostrarlo sondeando, esta vez, otra vida: la de Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate, Duque de Alba. Eje de esta novela.

SINOPSIS: Este relato no es exactamente una biografía de Jesús Aguirre, decimoctavo duque de Alba por propios méritos, sino un retablo ibérico donde este personaje se refleja en los espejos deformantes del callejón del Gato, como una figura de la corte de los milagros de Valle-Inclán.
Medio siglo de la historia de España forma parte de este esperpento literario. Esta travesía escrita en primera persona es también un trayecto de mi propia memoria y en ella aparece el protagonista Jesús Aguirre, el magnífico, rodeado de teólogos alemanes, escritores, políticos y aristócratas de una época, de sucesos, pasiones, éxitos y fracasos de una generación que desde la alcantarilla de la clandestinidad ascendió a los palacios. Un perro dálmata se pasea entre los libros de ensayo de la Escuela de Fráncfort como un rasgo intelectual de suprema elegancia.






El escritor valenciano, siguiendo el hilo de Ariadna en el laberinto de la existencia de Aguirre, logra trazar los recorridos de su vida cruzándose con los suyos personales y con los de una parte de España.
Como su título indica este libro gira en torno a la figura de Jesús Aguirre, con vertido aquí en personaje que se desenvolvió con soltura en los ambientes políticos y culturales de su época, aunque hoy es más conocido por haber sido segundo esposo de la Duquesa de Alba.
Manuel Vicent hace que asistáis con una sonrisilla maliciosa y satisfecha a las escenas de una vida interesante como poco y que da para mucho más, siempre y cuando, sea Vicent quien cuente la historia. Toda la obra esta tejida en torno a la trayectoria vital de este sacerdote culto, moderno y un poco marxista, que se puso de moda en el ambiente universitario. Es difícil de creer el ingenio, la inteligencia, la malicia y la finura que se escapan por la boca de los personajes que se cruzan las páginas de Aguirre. La propia vida, la pasión y muerte de Jesús Aguirre. Su ambición, su llegada a donde quería en la vida, el relato de su muerte en soledad con un llanto de sirena de ambulancia como única banda sonora y compañía.
Sin embargo, aun siendo su eje, no es el personaje central lo más interesante de la obra, pues es más interesante aún la reacción histórica que elabora el autor en torno a una subjetiva recopilación de hechos, sucesos, situaciones, anécdotas y personajes que configuraron y marcaron la etapa del último franquismo y los veinte primeros años de la democracia española. Por la novela deambulan personajes reales que dejaron huella en el posterior desarrollo de la vida política y cultural de nuestro país, así aparecen constantes alusiones al Rey, Felipe González, Aznar, Tierno Galván, Aranguren, Cela o García Hortelano, por citar solo algunos.
Vicent recuerda, se ríe y hace reír, tira de nosotros para hacernos testigos de su peripecia vital y en ese echarse por las calles del recuerdo, la crónica de nuestro presente cercano deleita a los que les gusta recordar de súbito dónde estábamos cuando paso tal suceso.
Quizás por eso el libro arroja una mirada melancólica a un tiempo “que lo inauguró todo pero no se sintió satisfecho de nada”; vivido por unos hombres que eran demasiado autocríticos, demasiados snobs, demasiados inteligentes, demasiados escépticos.

No estáis ante una novela típica sino ante una especie de biografía montada en torno a la propia relación del autor con su personaje, a las anécdotas que el mismo sacerdote Aguirre contaba a sus amigos, y a lo que se decía de él en los círculos selectos de los que formaba parte.
Un libro muy bueno, lleno de ironía y que retrata a Jesús Aguirre con colores grises claros, queriendo ser coloridos pero sin atreverse a serlo.
La mezcla de realismo y de una calculada deformación expresionista vale de soporte artístico al relato.
Vicent sopesa bien la dosis de lo uno y de lo otro y la combinación produce un excelente efecto. El resultado es un texto fuertemente visual, de gran plasticidad, y abundante es imágenes llenas de creatividad.
La prosa contiene las comparaciones inusitadas, los hallazgos expresivos muy notables y los fulgores de estilo esperables en el autor. Logra Vicent una estampa original, profunda y divertida, de un tiempo confuso a la que solo puede ponérsele un pero: se le hace a uno corta.
El narrador encuadra la biografía del exsacerdote en un contexto social y político bien definido. La posguerra y la larga dictadura franquista, la apertura del Concilio del Vaticano II, la transición, la muerte de Franco, las luchas de poder, los ataques terroristas de ETA no favorecen el clima de paz y equilibrio las décadas de democracia, la “movida” de los ochenta y el final del milenio.
La descripción de situaciones y personajes reales contemporáneos compone el escenario de la historia, en el que está colocada la escalada personal de Aguirre. Da también sabias pinceladas sobre medio siglo de la historia española y construye “un relato ibérico” donde este personaje refleja como si fuera “una figura escapada de la corte de los milagros de Valle-Inclán.”
El libro de Manuel Vicent podría ser calificado de biografía novelada, lo que sirve para guardar las apariencias y mitigar un escándalo, en realidad no hay para tanto, que es propio de la hipocresía patria. Uno lee otras reseñas del volumen y halla veladas menciones al amor que no dice su nombre, y que es la causa del enfado de tan rancio abolengo.
Vicent no ha querido hacer sangre ni caer en el morbo, y hay aspectos de la vida del duque que trata con delicadeza, como su extraña sexualidad. La supuesta homosexualidad de Aguirre fluye en el libro, pero nunca se alude de forma explícita a ese tema. El lector puede imaginar lo que quiera.

Jesús Aguirre fue, en palabras del propio Vicent un “auténtico personaje” que a lo largo de esta particular “no” biografía se refleja en los espejos deformes de la España de la segunda mitad Siglo XX.
Veinticinco años después, Vicent ha publicado este libro, que no es desde luego una biografía pero que pivota alrededor de la figura de Jesús Aguirre, un personaje verdaderamente llamativo. Y creo que digo bien al llamarle personaje porque en Aguirre hubo siempre, allí por donde pasó, un juego de representaciones teatrales, máscaras, histrionismos, ocultaciones e imposturas, de modo que nadie, o casi nadie, podía distinguir, entre brumas y veras, su auténtica personalidad, sus ambiciones, dolores y sentimientos más genuinos.
El simulador, el oficiante, el litúrgico, el cisne negro. “El magnífico” tenía todos los atributos para ser la bestia negra en la sociedad de su tiempo: hijo de madre soltera, cura secularizado –o renegado- y homosexual, suficiente para ser sulfato entonces.
Más que valorar el morbo, deberíamos enfocar “Aguirre, el magnífico” desde otra perspectiva que recupere trayectoria de interés y acerque al gran público entresijos de hondo calado. El caso de Aguirre es especial e ilustra a la perfección ciertas constantes ibéricas que al salir a la luz han imaginado la hueca cascara de la doble moral. Famosas que no quieren micro y aceptan el juego porque esconden mucho más de lo que dicen ante las cámaras. Para eso sirven las biografías, para iluminar y escarbar. Rasgarse las vestiduras es el traje de los derrotados.
Era un hombre brillante, ingenioso, sarcástico y malvado; de respuestas imprevisibles y eruditas que marcaron la existencia de Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate.

¿Ficción o realidad? A mí me da lo mismo: al final terminas satisfecho por haber leído un relato que perfectamente podría ser una novela o que quizás lo és pero Manuel Vicent se ha empeñado en hacer pasar por crónica, retrato literario o amago de biografía.
Al cerrar el libro, la atención recae sobre la imagen de la cubierta. El perro con un lazo rojo en la pata, situado al lado de la Duquesa de Alba como el retrato de Goya allí reproducido, vuelve en primer plano junto con el dálmata desdeñoso y elegante de la editorial Taurus. Una combinación llamativa, como lo fue la pareja de duques.

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