jueves, 29 de noviembre de 2012

UN REGALO QUE NO ESPERABA.


Ilustración Kim Roberti.


Mario tuvo como regalo, al final del curso escolar, una pluma para hacer los deberes de las vacaciones.
- Yo quería una bicicleta - se lamentaba Mario a su papá.
- Espera antes de lloriquear - le respondió su padre -. Aún no has visto de qué clase de pluma se trata.
Unas semanas después, Mario se decidió, de mala gana, a empezar los deberes de las vacaciones. "Qué mala suerte - pensaba, mientras trataba de resolver un problema-, durante todo el año el maestro me ha puesto como deberes lecciones, problemas, operaciones y dibujos. Para las vacaciones podría haberme mandado otra clase de deberes. Por ejemplo, deberes para el lunes: trepar a un cerezo y darme un atracón; deberes para el martes: jugar un partido de fútbol hasta caer al suelo muerto de cansancio; deberes para el miércoles: dar un bonito paseo por los boques y dormir en una tienda. Pero no. Aquí me tienen, obligado a hacer divisiones y restas."
Justo en aquel momento, la pluma vibró y empezó a correr velozmente sobre los cuadritos de la primera página del cuaderno.
-¿Qué es lo que te pasa? - preguntó Mario.
Era maravilloso. La pluma corría sola, y en un segundo el problema estuvo resuelto y las respuestas escritas con una caligrafía estupenda. Sólo entonces la pluma se detuvo y se tumbó sobre la mesa, como si estuviese cansada y quisiera dormir.
- Es maravilloso - dijo Mario- ¡Una pluma que hace los deberes sola!
Al día siguiente, Mario tenía que desarrollar un tema. Se sentó a la mesa, empuñó la pluma, se rascó la cabeza para atraer a las ideas, y de nuevo la pluma partió en cuarta velocidad. En un momento llegó al final de la hoja. Mario sólo tenía que volver la hoja, y la pluma remprendería su carrera. Se movía sola, sin que Mario tuviese que sostenerla entre los dedos, y escribía más deprisa que una máquina. Desde aquel día, cuando quería hacer los deberes, Mario abría el cuaderno, dejaba la pluma encima de la hoja y se quedaba mirando. La puma lo hacía todo por su cuenta, mejor que el primero de la clase. Mario se divertía un rato mirándola, y después oía a sus amigos que lo llamaban bajo la ventana.
- Ahora mismo voy - respondía. Y dirigiéndose afectuosamente a la pluma, le susurraba- : acaba tú los deberes mientras yo voy a darme un baño en el río.
La puma no se lo hacía repetir. Cuando acababa de hacer los deberes, ella sola saltaba dentro del estuche y se echaba a dormir. Una suerte para Mario, tenéis que admitirlo.
Al final de las vacaciones, el cuaderno de los deberes estaba completo, limpio y ordenado como ningún cuaderno de Mario había estado nunca. El niño limpió muy bien su pluma, que se lo tenía más que merecido, y le dio las gracias por su estupenda ayuda.

1 comentario:

  1. A vegades les coses no son el que semblen i allò que meyns esperem es el que mes gratament ens sorpren. Bona història.
    Tens un blog amb molt bones espectatives, ànim i endavant en l'aventura.
    Susi

    ResponderEliminar