La
noche había cubierto con un velo oscuro y discreto mi afecto por este muchacho.
Su aliento es enterrado en su silencio espeso, entre susurros cortados, risas y
contorsiones luchando contra mis manos visitando los recovecos de su
sensibilidad. Juego oculto en una penumbra donde se reflejó la única luz de la
felicidad de nuestros dos sonrisas. Su piel era cálida, invitándonos al deseo.
Su piel es suave, invitándolos al placer. Mi piel fue receptiva, vibrantes
palpitaciones de un afecto que asusta. Fue tierno y avergonzado. Era suave y
acogedora. Nuestra ropa se deslizó a lo largo de nuestra piel al ritmo de
caricias viendo a través de lo que estaba allí, que estaba bien, lo que se
ofrece. Su respiración se convirtió sin aliento, mi corazón se convirtió en
emocionante. Miedo y envidia era palpable. En este silencio, nuestros pudores
son silenciosos. Su cuello rayado mis hojas, encontró su cadáver, mis brazos.
Estábamos allí, éramos dos, hemos formado una.
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