Arturo Pérez-Reverte ha elegido reflejar en la mayor parte de esa
novela un mundo literario muy particular, lo que se ha dado en llamar -o se dio
en llamar en su día- “lo decadente”, algo que no puede ser manejado con habilidad
y con éxito por cualquier escritor.
Los
caminos de Max Costa y Mecha Inzunza se cruzarán en tres periodos a lo largo de
su vida, los tres momentos que relata con agudeza la novela que tenemos entre
manos. Max es un buscavidas, un bailarín mundano, un ladrón de guante blanco y
un verdadero galán, capaz de enamorar a una mujer en lo que se baila un tango.
Mecha es rica, atractiva y hermosa, la mujer de la que todo hombre podría
enamorarse, o casi.
Sus
destinos, aunque separados por una división social que los mantiene
convenientemente alejados, transcurren inevitablemente paralelos a lo largo de
las cuatro décadas de historia que cubre la novela.
Se
trata de un mundo muy difícil de manejar literariamente sin caer en el ridículo
al tratar de componer una obra que tenga como trasfondo lujo y excesos, champán
mezclado con cocaína, fiestas en las que hasta los excesos de todo tipo eran
tan lánguidos y aceitosos como la mirada de algunas artistas de la época, como
la entonces famosa Pola Negri, todo ello iluminado por la sobrecogedora luz del
estilo “Art Decó” que todavía hoy provoca una ambigua sensación de un mundo
sumergido en un horizonte con pocas esperanzas más allá de la sistemática
autodestrucción por medio de excesos bien organizados y dosificados.
Lo que permite hacer un elogio de “El tango de la Guardia
Vieja” no es sólo el manejo de los personajes, la buena mano con la que su
autor los describe y los presenta de un modo que es lo contrario al personaje
habitual,
no
cabe duda de que los personajes de esta obra pertenecen al Pérez-Reverte más
puro, más fiel a su estilo. La novela destila acción, y lo hace además en tres
etapas distintas de la vida de los protagonistas. La aparición en varias
ocasiones de escenas de sexo, magistralmente descritas, explícitas y elegantes,
con la dificultad que eso conlleva, da un toque sensual a la novela, distinto
al que estábamos acostumbrados últimamente. El tango de la Guardia Vieja es una novela que se lee fácil,
enganchando desde el principio hasta el final, que maneja bien los tiempos de
la trama y conmueve al lector cuando es necesario. Cierta violencia, la carga
sexual y las distintas tramas que se entrecruzan en sus páginas, convierten
este tango en un agradable paseo a través de la sociedad elitista de la primera
mitad de siglo.
El
Tango de la Guardia Vieja es una historia que se deja leer con facilidad,
rica en detalles y emociones, donde lo malo y lo bueno se narra con la misma
sobriedad, dándole la misma importancia, pues nada de la vida hay que desechar
cuando se echa la vista atrás. No esperes finales apoteósicos, ni momentos
dramáticos con música de violines. La única música que escucharás será la de
los tangos, y de manera difusa, pues las emociones de los personajes acallarán
todo aquello que es superfluo.
Siempre
quedarán trenes que se perdieron. Pero una vida quizá no es, al cabo, lo que
pudo haber sido, sino lo que fue. Y el deseo de aquello no vivido quizá es lo
que enriquece lo que sí se ha vivido.
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