La
noche se apresura en la ventana
y
adormece los cuerpos con sus manos de aceite.
Como
todos los días, en el cuarto de arriba,
mi
madre, con la cara atravesada
por
la luz del televisor
con
las manos se frota el tedio de los ojos.
En
el salón, mi padre mira el móvil,
mi
hermano juega a la consola
y
mi hermana coloca los platos y cubiertos
sobre
la mesa fría.
En
la casa el silencio
no
se rompe con nada.
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