Había
una vez un señor que soñaba poesías.
Todavía navegan por el
cielo, con los ojos cansados de no dormir. Pero, cuando se distrae, la mujer le
canta una canción de cuna y descansan. Así es su amor.
Despierto
no destacaba en nada; pero dormido se le aparecían poemas. Hablaba y su mujer
copiaba; por la mañana ni él mismo podía creer que eso había sido creación suya
(esto les sucede a muchos creadores, casi nadie puede explicar de dónde nacen
las ideas; pero en este caso la sensación era más fuerte ya que dictaba
dormido).
Todo
terminaría acá si no fuera porque estaba disconforme con eso, pues se hizo
famoso en todo el mundo, no tanto por los poemas sino por cómo le nacían. Lo
invitaban a programas de televisión, pero esos de concursos y fenómenos
extraños. Lo entrevistaban de diarios y revistas para preguntarle si, además,
veía espíritus. Aparecía en libros, pero en aquellos de récords y hechos
inexplicables. Él quería ser poeta, y no un fenómeno de circo.
Sufría
tanto que, desesperado, le dio un martillo a su mujer para que le pegara cuando
hablara dormido, lo que ocurrió esa misma noche. Fue una poesía sobre una
tortuga. Él no despertó, pero la tortuga del poema apareció de verdad en la
habitación.
De
ahí en más no solo dictaba sus poemas, sino que algunos de ellos se convertían
en realidad. Un baúl, una calle, un barco, humo. Uno de sus poemas habló del
mar, y comenzó a inundarse la ciudad. Lo echaron de ésa y de otras, porque no
elegía lo que soñaba, y no siempre eran cosas buenas. Soñó la guerra, pero no
fue culpa suya, la guerra ya estaba en los hombres. Él sólo contaba de un
soldado que llevaba días en una trinchera, bajo la lluvia, y escribía cartas a
su novia, por amor, pero también para no enloquecer.
Soñó
que estaba solo, y una nave espacial los llevó a la Luna. Soñó que era un
náufrago, y pasó a rescatarlos un barco antiguo. No quiso soñar nunca más. Le
pidió a su mujer que preparara café bien cargado, como se toma en Cuba y en
Colombia, y que le diera conversación para no dormirse.
AUTOR: Luis Pescetti.
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